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La funcionariofobia del señor Rosell

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Consejos para que el líder de la CEOE supere su aversión

IGNACIO ARIAS LETRADO

La fijación del señor Rosell -presidente de la CEOE- con los funcionarios comienza a adquirir tintes patológicos.

 

De proclamar la necesidad de que sean evaluados ha pasado a sugerir que se conviertan de nuevo en los sujetos pasivos de la crisis y que soporten por enésima vez un recorte salarial, dada su condición de privilegiados al tener el puesto fijo.

 

Junto al elenco de fobias clínicas que todos conocemos (claustrofobia, aracnofobia, aerofobia, agorafobia, sociofobia, etcétera) existen otras basadas en actitudes negativas hacia cierta clase de categorías de personas, que se traducen en una hostilidad hacia un colectivo, basada en prejuicios resultado, seguramente, de una experiencia traumática o animadversión social. Entre ellas se encuentra, por ejemplo, la xenofobia.

 

Integran todas ellas el listado de las que se denominan fobias raras, no por infrecuentes, sino, más bien, porque carecen de tratamiento clínico para curarlas.

 

En ese listado hay que incorporar ya y sin demora alguna la que hemos de bautizar como «funcionariofobia», que podemos definir como «sentimiento de rechazo hacia los funcionarios que suelen padecer los empresarios y las organizaciones que los aglutinan».

 

 

Comoquiera que las fobias no suelen desaparecer por sí solas, y al tratarse de fobias no clínicas, no admiten los tratamientos tradicionales ¿qué terapia podemos sugerir a quienes padecen la funcionariofobia para eliminar o paliar sus efectos?

 

Existen tres métodos contrastados que a buen seguro resultarían eficaces aplicados simultánea o separadamente, pues todos ellos convergen en un mismo tratamiento.

 

En primer lugar, la terapia de exposición, consistente en confrontar al paciente con la situación rechazada o temida; en segundo lugar, el tratamiento conocido como desensibilización sistemática, en el cual se apela a la imaginación del paciente para que proyecte en su mente el estímulo temido; en tercer y último lugar, la terapia cognitiva, en base a la cual se da mucha información al paciente sobre la situación odiada o rechazada para que vaya tomando conciencia de que dicha situación no es tan mala como él se imagina.

 

Las tres terapias expuestas admiten en este caso una aplicación unificada de inmersión en la situación odiada o rechazada, que consistiría en que el señor Rosell probara a preparar unas oposiciones a alguno de los cuerpos de funcionarios existentes, y para el hipotético supuesto de que obtuviera plaza, intentara sobrevivir durante un año con el sueldo funcionarial acomodando su nivel de vida y el de su familia a tal retribución.

 

Le garantizamos que la fobia que padece quedaría eliminada definitivamente y a partir de ese momento los funcionarios hasta le caerán simpáticos.

 

Pero como la terapia cognitiva citada también exige proporcionar información al paciente, testimoniamos ante el señor Rosell que la inamovilidad del funcionario público, aparte de ser una necesidad que la historia ha evidenciado como ineludible, constituye una exigencia del Estado de derecho y, por tanto, nunca puede ser calificada como un privilegio.

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