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El médico que quiso ser músico

El médico que quiso ser músico
12.02.12 - 02:38 -

Las hojas del calendario marcan su ritmo y, poco a poco, la generación de médicos que abrió el Hospital San Agustín se despide del centro de referencia de la comarca. Entre estos profesionales se encuentra el doctor Enrique Castaño Grandío, anestesiólogo al que la salud le jugó una mala pasada adelantando su jubilación a abril del pasado año. El pasado viernes, 150 amigos acudieron al homenaje en el Restaurante San Fernando para mostrar su apreció a un profesional que ha dejado un gran recuerdo. «Parecía una boda, soy muy emotivo y desde mi jubilación nunca he vuelto por el hospital, ahora ya estoy vacunado e iré a visitarles de vez en cuando; intenté llevarme bien con todo el mundo, ha sido mi segunda familia», comenta Castaño, conocido por 'Quique' en el hospital.
Ovetense de nacimiento, aunque asegura que podría ser de cualquier parte, debe a sus padres sus dos grandes vocaciones: la medicina y la música, porque, confiesa ser un músico frustrado. Socorro, su madre, una comadrona de la vieja escuela que hacía calceta al lado de las parturientas entre contracción y contracción, trabajaba en el Sanatorio Blanco y «trajo al mundo a la mitad de mi generación». A ella le debe su pasión por la sanidad después de una infancia correteando por el centro y viendo los quirófanos.
De su padre, Enrique, bebió el gusto por la música, que se traduce en una completa colección en su casa y un año de tuno en la Facultad de Derecho en Oviedo. «Antes de entrar en Santiago en Medicina estudié un año Derecho, pero no aprobé nada; estuve en la tuna, tocando la bandurria. Lo pasé pipa. En Santiago ya me centré en estudiar», recuerda.
En la Facultad de Medicina coincidió con compañeros con los que más tarde trabajaría en el Hospital San Agustín, como el neumólogo José García, o los cirujanos José Ignacio Jorge y Miguel Menéndez, actualmente en La Coruña después de trabajar durante unos años en el San Agustín avilesino.
Después de hacer el servicio militar, que le llevó a trabajar en el ya desaparecido Hospital Militar de Oviedo en el cuartel de El Milán, con el teniente coronel Cepeda, inició su especialización en Cirugía en el Hospital Covadonga. Hasta que su salud le obligó a cambiar de especialidad. «Tengo problemas físicos en la espalda y no puedo estar mucho rato seguido de pie en la misma postura. Haciendo la residencia, en una operación con el doctor Sariego terminé totalmente rígido», comenta.
En esa situación, se vio obligado a dejar la Cirugía. «En algunas operaciones, los cirujanos llegan a estar muchas horas de pie, en la misma postura y yo no podía, pero me gustaba mucho el quirófano. Así que pasé a Anestesiología, donde puedes moverte mucho más. El trabajo en el quirófano no es tan estático», asevera.
Así termina su especialidad en diciembre de 1980 y en enero se incorpora al Hospital San Agustín. «No sé los motivos, pero el Hospital tenía mala fama, nadie quería venir. El entonces director del Instituto Nacional de Previsión nos citó a diez anestesiólogos en su despacho y pidió dos voluntarios para Avilés. Yo me ofrecí», aunque ahora desvela que siempre pensó en trabajar en Galicia donde dejó a un buen número de amigos tras sus años de estudio y de donde es su esposa, María Jesús de las Pozas, enfermera en el hospital de día quirúrgico.
Parte de su arraigo a Avilés lo tiene Salinas, donde vive desde que comenzó a trabajar en el San Agustín y a cuya playa acude a diario a correr, una de sus grandes pasiones (llegó a hacer la maratón de Madrid en 1984, y es habitual en carreras populares por la región), y donde se baña a diario. «Siento esta playa como algo propio, una parte es mía», afirma.
Jubilado y con la salud restablecida, lamenta no seguir en activo para poder coincidir en el San Agustín con Gema, su única hija, y que se especializa en Neumología, «me hubiese gustado trabajar con ella», asevera. Además de escuchar música («de todo tipo, brasileña y cubana; clásica, ligera... En mi casa siempre suena música») dedica su tiempo a hacer deporte al aire libre, recorrer Asturias con el grupo de Montaña Pulide y disfrutar del cariño de todos los que le conocen y que definen como un hombre bueno.

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