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Luisa toma café y es trabajadora pública

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 La Voz de Asturias, 15/04/2012 00:00

 Es una de tantas funcionarias del sistema público asturiano que toma café, en casa y en sus horas libres en la administración, y que además, para los gestores estatales, tiene la rareza de que es una buena empleada. Cumple de forma escrupulosa con su jornada laboral, incluso emplea algo más de tiempo cada día para cerrar algunos flecos de su actividad ordinaria, no se siente especialmente bien pagada porque apenas supera los 1.000 euros mensuales pero está contenta porque el hecho de estar activa es un valor impagable.

 

Esta semana se ha cabreado mucho cuando escuchó el comentario del secretario de Estado de Administraciones Públicas, Antonio Beteta. El alto cargo espetó sin rubor alguno que nada será como antes y que los funcionarios tienen que olvidarse del cafelito y de leer el periódico como si Luisa no cumpliera con su tarea o como si todos fuesen miembros de una élite laboral y salarial al servicio de sus deseos más caprichosos.

 

Esta trabajadora es una de las miles que estos días se sienten ofendidas porque las insinuaciones de Beteta les coloca en el disparadero. El mito de lo público se está rompiendo desde muchos frentes, pero el que nos toca la moral en tiempo de crisis es el más efectivo. Estos privilegiados, piensan, no se merecen otra cosa más que sufrir el castigo de la sociedad amargada por el paro mientras ellos disfrutan de sus ventajas.

 

Nadie dice que su sueldo está congelado o rebajado un 15% o que su productividad se puede medir. Otra cosa es que el propio sistema sea improductivo, que tenga tantas ineficiencias que convenga, entre cafelito y cafelito del secretario de Estado, pararse en serio y revisar los agujeros históricos que no son exclusivamente económicos.

 

La mano de obra claro que tiene mucho que ver en el rendimiento final de la administración, pero no menos que la dirección que se imponga. Pero que paguen todos por los regates de algunos, muchos o pocos, es una discriminación injusta para los que, como Luisa, dedican muchas horas a su trabajo y cada día sufren más las iras de la ciudadanía enfadada y en ocasiones alentada por sus dirigentes. Esta misma semana ya ha tenido que escuchar más de una referencia a sus ‘cafelitos’.

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