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El corto camino de la reválida de las elecciones en Galicia – y también Euzkadi – el próximo 21 de octubre…

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Brecha entre Rajoy y sus electores

El 84% de los votantes (el 59% de los del PP) no tiene confianza en el presidente

La gran mayoría de quienes le eligieron en 2011 considera que improvisa

Fernando Garea, Madrid, en El País.

Mariano Rajoy nunca ha tenido vocación de líder que arrastre ciegamente a sus votantes. Las encuestas siempre han reflejado que era visto como mal menor, que no entusiasmaba ni ilusionaba pero era el instrumento para ganar elecciones, aunque impulsado por las circunstancias, y podía ser el presidente para salir de una situación difícil. Después de más de ocho meses en el Gobierno, la encuesta de Metroscopia para EL PAÍS muestra el desencanto y el deterioro notable de su imagen, incluso entre sus propios votantes, con un rechazo mayor que el que provocan las siglas del PP. La marca de los populares está dañada y ha desperdiciado nueve puntos de ventaja con respecto al PSOE desde las elecciones de noviembre de 2011, pero el desgaste del presidente es mucho más acusado que el de su partido.

La imagen de Rajoy aplicando medidas distintas de las incluidas en su programa electoral, sin un relato claro como presidente e improvisando para hacer frente en cada momento a los acontecimientos tiene reflejo claro en el sondeo, porque en el último mes ha caído en ocho puntos su valoración y el saldo negativo entre los que aprueban y desaprueban su gestión es de 52 puntos porcentuales. Los ciudadanos no suelen perdonar la impostura y, en este caso, los votantes del PP que apoyaron un programa que, por ejemplo, excluía más impuestos y ahora ven como se incumple con la subida del IVA, castigan a Rajoy con una mínima aprobación de su gestión (54%, frente a 39% que lo desaprueban).

Crece también ocho puntos en un mes la desconfianza de los ciudadanos en Rajoy. La desilusión y desafección de los votantes populares se refleja directamente en que hay más electores del PP que desconfían de Rajoy (59%) que los que aún mantienen la fe en el presidente del Gobierno (40%). “Quien me ha impedido cumplir mi programa ha sido la realidad”, adujo el presidente en Abc la pasada semana y ahora la encuesta muestra que ha provocado una brecha creciente con su electorado. Un 70% de los ciudadanos asegura que Rajoy improvisa y ya son mayoría los votantes del PP que respaldan esa tesis crítica.

Casi todos los efectos negativos de la gestión del Gobierno han recaído sobre los hombros de su presidente, aunque no haya tampoco ningún ministro con valoración positiva. Su credibilidad se ha desplomado a una velocidad más acusada que la de sus predecesores, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, que acabaron sus días sepultados por las dudas hacia su palabra. Aznar dijo lo de “créanme, hay armas de destrucción masiva” y perdió su credibilidad, y Zapatero sepultó la suya con la negación de la crisis y aplicando luego medidas alejadas de su proyecto. Rajoy ha tardado solo ocho meses.

Uno de cada dos ciudadanos que votaron al PP no volvería a hacerlo

En estimación de voto, el PP no ha cambiado en un mes, lo que quiere decir que la marca ha frenado la caída por el malestar ciudadano ante la crisis, la ausencia de expectativas para ver el final del túnel y la dureza de medidas como la subida del IVA y los recortes de sanidad y educación, entre otros. Al menos, el verano ha frenado el desgaste. Si hubiera ahora elecciones, tendría el 30,9% de los votos, casi 14 puntos por debajo del resultado que logró hace ocho meses.

Esa situación tiene reflejo en la caída de la fidelidad de voto, porque solo uno de cada dos votantes del PP (52%) estaría dispuesto a repetir si hubiera elecciones en este momento. Desde el 20-N esa fidelidad ha caído en más de 40 puntos porcentuales, sus votantes han dejado de estar movilizados o están ya desilusionados. Con estos datos es aún más evidente el riesgo que corre el PP en las elecciones autonómicas gallegas del 21-O. Si se plantean como un plebiscito de la gestión de Rajoy, asume ser castigado en las urnas con Alberto Núñez Feijóo como persona interpuesta. Eso explica el interés de los socialistas por meter a Rajoy en campaña y, en paralelo, el empeño del PP gallego por sacar al presidente del Gobierno de sus actos. Algo parecido, salvando las distancias, a lo que le pasó a Zapatero al final de su mandato, cuando sus barones regionales evitaban su presencia en la campaña. Y queda aún el efecto del previsible rescate europeo y las condiciones que imponga Bruselas.

La ventaja sobre el PSOE es de 6,8 puntos, pero baja casi 14 desde el 20-N

La encuesta no mide expresamente el efecto de las disputas en el PP por el caso Bolinaga y la opinión ciudadana ante la excarcelación del etarra. Sin embargo, sí es coherente el resultado con la brecha que el Gobierno puede estar abriendo con los votantes del PP, que se suma a la ya constatada sobre las decisiones económicas que ha ido adoptando.

Por eso, el sondeo es compatible con la preocupación de La Moncloa y la dirección del PP por la distancia que el caso pone con una parte de sus bases, la que tiene como imagen visible a Jaime Mayor Oreja y a Esperanza Aguirre, y en el fondo al propio Aznar que, según fuentes del partido, ha hecho saber su disgusto por la gestión de este asunto.

El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, responsable del caso, aunque con respaldo directo del presidente del Gobierno, baja ligeramente en su valoración.

La del conjunto del Ejecutivo no mejora la de su presidente y también es negativa. No aprueba ninguno de los ministros; el titular de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, es el peor valorado, seguido de la ministra de Empleo, Fátima Báñez; y el que tiene mejor imagen es el de Defensa, Pedro Morenés, pero a la vez es el menos conocido.

Los únicos datos positivos para Rajoy y su Gabinete son los del principal partido de la oposición y su líder, Alfredo Pérez Rubalcaba. El secretario general del PSOE sigue lastrado por la gestión del Gobierno de Zapatero, en busca del grado conveniente de dureza en su labor de oposición. En un mes ha crecido en seis puntos porcentuales la cifra de españoles que desconfía de él y la brecha con su electorado es también enorme: una mayoría de votantes socialistas desaprueba su gestión como líder de la oposición y un 76% tiene poca o ninguna confianza en él. La estimación de voto del PSOE baja en 0,5 puntos en un mes y 4,6 puntos desde las elecciones generales.

Ni el jefe del Ejecutivo ni los ministros obtienen el aprobado

El desplome de los dos principales partidos, como consecuencia del malestar ciudadano frente a los políticos, tiene tres claros beneficiarios: la abstención, UPyD e Izquierda Unida. Según la estimación de Metroscopia, en este momento la participación electoral sería del 60%, es decir, diez puntos menos que la registrada en noviembre de 2011. Con la precaución de que en este momento no hay elecciones convocadas y, por tanto, no hay movilización, esa sería la menor participación desde la aprobación de la Constitución.

En cuanto a IU, la federación que encabeza Cayo Lara, rentabiliza desde la izquierda el malestar ciudadano y mantiene un 12,4% de estimación de voto, muy cerca de doblar el 6,9% que logró el 20-N. UPyD consolida el 9,8%, más del doble de su resultado en noviembre (4,7%). El partido de Rosa Díez se beneficia del rechazo de los encuestados a los dos grandes partidos, del descrédito de las instituciones y del pesimismo ante la crisis, con su discurso cuestionando el funcionamiento del sistema y pidiendo cambios en el Estado autonómico.

El PP se instala en el miedo a una ola de malestar entre su electorado

Crece la inquietud por las elecciones gallegas. Varios barones ya van por libre

Carlos E. Cué, Madrid, en El País.

La presión llega por todas partes, y el PP está empezando a sentirla muy cerca. Hace solo nueve meses, este partido vivía la euforia de la mayoría absoluta más amplia de su historia. Quedan los 185 diputados que le permiten a Mariano Rajoy aprobar lo que quiera, que no es poco. Pero el resto se ha esfumado. La sensación de enorme preocupación por el creciente malestar ciudadano se ha instalado en el PP, donde algunos empiezan a tener miedo de que esta ola de enfado se lo pueda llevar por delante.

Buena parte de los políticos, en su día a día, sobre todo los que gobiernan, viven muy aislados. Pero no en verano. La mayoría de los dirigentes y miembros del Gobierno han podido contemplar estas vacaciones, al tomar contacto con la realidad de sus entornos de descanso y en las fiestas populares, el ambiente en la calle. Y no ha sido nada fácil, con discusiones, reproches, tensiones.

Al PP no le preocupa tanto la movilización de la izquierda, con la que contaba. Pero el malestar de sus votantes sí empieza a ser alarmante. Prácticamente todos los dirigentes consultados detectan una ola antipolítica que les asusta cada día más. Tanto, que fue el sentir de muchas intervenciones de la primera reunión del Grupo Parlamentario de esta semana. Varios diputados hablaron de esta ola antipolítica y del malestar de las bases.

Algunos, eso sí, se consuelan con el hecho de que su gran rival, el PSOE, también sufre este desgaste social.

Entre los miembros del Gobierno y dirigentes del PP consultados, algunos han sentido mucha presión en persona, otros no tanto. Pero todos admiten que la situación es muy delicada para el PP y se va a poner peor. Ahora, en pocas semanas, llegan los Presupuestos para 2013, con más malas noticias para todos los que tengan alguna responsabilidad de gestión: ministros, secretarios de Estado, presidentes autonómicos, alcaldes, presidentes de diputación… Todos saben que los recortes van a aumentar. En los ministerios se calcula un nuevo tajo entre el 15% y el 20%. Los malos datos de cumplimiento de déficit empujan a Hacienda. Y esas decisiones, poco a poco, llegan a los despachos de los dirigentes locales y provinciales, cada vez más preocupados.

Ese miedo y la aparente debilidad del Ejecutivo y de su presidente, cada vez más desgastado en las encuestas, está provocando ya diversas reacciones. Algunos, como Jaime Mayor o Esperanza Aguirre, siempre alejados de Rajoy, se han convertido en altavoces de ese malestar de los votantes con un asunto que ha sido la espita por la que se escapa toda esa presión: el caso Bolinaga. Rajoy llevaba cuatro años con reuniones internas sin apenas debate, pero el lunes la tensión volvió al PP con la excarcelación del secuestrador de Ortega Lara.

Más significativo aún es que varios barones autonómicos empiecen a ir cada vez más por libre. Cada uno trata de salvarse de la quema a su manera. El más importante es Alberto Núñez Feijóo, candidato en Galicia. Es la primera prueba de fuego después del pinchazo de Javier Arenas en Andalucía —ganó pero no pudo gobernar—, que precisamente se atribuyó a la política de recortes de Rajoy.

Feijóo está tratando de hacer una campaña muy gallega, que le juzguen a él y no a Rajoy. De hecho, el presidente no estaba ayer en su presentación como candidato. “A mí se me va a juzgar por lo que he hecho. Yo no he subido los impuestos”, dijo Feijóo esta semana para distanciarse del Gobierno. Aún así, Rajoy irá a la campaña gallega. Él querría repetir el estilo de 2009, cuando recorrió varios pueblos sin Feijóo, pero precisamente ese malestar social lo complica por motivos de seguridad. Está todo por decidir.

Otro barón que va por libre es José Antonio Monago, que se acaba de descolgar de la doctrina oficial anunciando que en Extremadura el IVA cultural será del 13% y no del 21%, un claro rechazo a la medida de Rajoy. Monago gobierna gracias a la abstención de IU y es uno de esos que más claramente siente la presión, porque en cualquier momento podrían hacerle una moción de censura.

Pero aún más llamativo es que incluso Dolores de Cospedal, nada menos que la número dos del PP, va por libre en Castilla-La Mancha. Su propuesta de quitar sueldos a los diputados ha sentado muy mal a muchos barones, porque alienta, dicen, esa ola antipolítica. Cospedal, muy criticada internamente, ya que se le responsabiliza de la desconexión entre el PP y el Gobierno, es de las que más temen que esta ola se la lleve por delante, ya que ganó por un solo escaño.

Si se pierde Galicia, los nervios se desatarán, cuentan algunos, el PP se moverá, y Cospedal intentará no repetir en esa comunidad y evitar una derrota. Si se gana, el Gobierno tiene más de dos años de margen. Rajoy se la juega así en su tierra, como en 2009. Entonces ganó y paró los movimientos internos. Ahora nadie se mueve para echarle, pero el miedo es libre y siempre genera reacciones imprevistas.

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