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1.280 trasplantes de riñón en 30 años

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 El HUCA realizó su primer injerto renal tal día como hoy de 1983. Lo inauguró un minero de Riosa

666 personas viven en Asturias gracias a un órgano renal donado. 24 de ellas lo han recibido de una persona viva

Foto: Trinidad Pérez, en su casa de Rales, en Llanes. :: NEL ACEBAL

El Comercio. 22.03.13 - 00:53 - LAURA FONSECA | GIJÓN.

Hace hoy treinta años, España y una devaluada peseta intentaban sortear la estocada de un reajuste monetario europeo, mientras que la Sala Acapulco, en Gijón, anunciaba la actuación de Parchís. Aunque parezca una mueca del destino, en el Ayuntamiento gijonés se debatía ya entonces sobre la revisión del Plan General de Ordenación Urbana, al tiempo que Constructora Gijonesa comunicaba un ERE para el 80% de su plantilla. Pese a las similitudes con los actuales tiempos, corría 1983, año en el que un apartamento cerca de la playa costaba 4 millones de pesetas e Iberia publicitaba a bombo y platillo su nueva ruta área Asturias-Bilbao. Mientras todo esto ocurría en el Principado y en España, donde Ruiz Mateos comenzaba a litigiar (aún sin disfraz de superman) por su querida y expropiada Rumasa, en el viejo Hospital General (actual HUCA) los médicos se preparaban para hacer historia con el primer trasplante de riñón del que hoy se cumplen 30 años.

Fue un minero de Riosa, de unos 40 años, el primer trasplantado. Así lo rememora el urólogo Valentín Muruamendiaraz, que realizó la primera y mítica intervención de aquel 22 de marzo (martes) de 1983, jornada que recuerda «con mucho cariño. En el hospital éramos como una gran familia», dice. De aquella «no había la organización milimétrica de ahora para los trasplantes. Lo hicimos un poco a pulmón, pero con mucha ilusión y profesionalidad», indica este facultativo por cuyas manos pasaron los primeros 98 riñones que se trasplantaron entre 1983 y 1989, año en que dejó Oviedo para convertirse en jefe de servicio de Urología en Gijón.

En estas tres décadas, el equipo de urólogos y nefrólogos del Central, con la ingente colaboración de otros servicios del complejo sanitario, superó la mítica cifra de los mil trasplantes renales. Fue en junio 2007, en la persona de José Manuel Peláez Álvarez, de 72 años, un ovetense con amplia experiencia en implantes de órganos ya que durante años había sido secretario de la Asociación de Trasplantados Hepáticos de Asturias (ATHA), el que recibió el riñón número mil. Según los datos recopilados por Minerva Rodríguez, nueva responsable de la consulta de trasplante de riñón del HUCA, han sido 1.280 los injertos renales practicados en Asturias desde aquel 22 de marzo del 83. En la actualidad, son 666 asturianos los que viven con un riñón donado. 24 de ellos lo han recibido de una persona viva.

Aviones del Ejército

Quienes formaron parte del equipo inaugural recuerdan esos años «como una etapa muy bonita». No eran conscientes de la importancia que los trasplantes de órganos, no sólo el renal, iban a tener en el futuro. Muruamendiaraz, que en 2010 volvió al HUCA, no actúo solo. Hizo tándem, entre otros muchos, con Jaime Álvarez Grande, responsable de Nefrología del Central, y también con los nefrólogos Ernesto Gómez y Francisco Ortega (ya jubilados), además de Jesús Otero, que ya comenzaba a actuar oficiosamente como coordinador de trasplantes en el hospital, y que fue pieza clave para el resto de cirugías trasplantadoras de corazón e hígado que tardarían quince años en llegar.

Eran tiempos en los que los riñones, y más tarde, corazones e hígados donados viajaban de una comunidad a otra en aviones del Ejército. «Cerraban las calles de Avilés y Oviedo y la ambulancia venía desde el aeropuerto a toda pastilla», comenta Muruamendiaraz, que confiesa que en la mañana del 22 de marzo de hace ahora treinta años «entré al quirófano algo nervioso, pero en cuanto empiezas a operar te olvidas de todo».

«Esto es una lotería muy grande» 

 El comercio. 22.03.13 - 00:47 - L. FONSECA | GIJÓN.

 Con 46 años, Trinidad Pérez González es toda una decana. Esta llanisca forma parte del selecto grupo de asturianos que más tiempo lleva viviendo gracias al riñón de otra persona. En su caso, treinta años. Trinidad fue trasplantada el año en que Asturias puso en marcha los trasplantes renales. La suya fue la tercera intervención y se llevó a cabo el 29 de junio de 1983. De aquella tenía «16 añinos y lo único que quería era que me trasplantaran de una vez para poder salir a gusto con mis amigas». Esa inconsciencia adolescente fue la que le hizo sobrellevar los duros meses de diálisis, que recuerda como «la peor etapa de mi vida». Fue una nefritis aguda, causada por una angina que se le complicó más de la cuenta, la que puso a Trinidad a la puerta del quirófano para un trasplante de riñón. No fue fácil. Sus padres, Luis y Ana María, que vivían en Ribadesella, tuvieron que afiliarse a la entonces Seguridad Social y «pagar 75.000 pesetas. Gastaron mucho dinero en médicos y consultas».

El caso clínico de la jovencísima Trinidad era, además de extraño para esos tiempos, todo un reto para los facultativos de Asturias. De hecho, su expediente médico viajó hasta «un centro sanitario de Houston, en Estados Unidos. Teníamos familia en Miami y ellos consultaron con unos médicos de allí». Pero la solución al problema renal de Trinidad estaba en Asturias. A esta adolescente, estudiante del colegio Nuestra Señora del Rosario, le habían dicho que una vez le pusieran un nuevo riñón «podría comer de todo». Es el día de hoy, tres décadas después, que entre sus primeros recuerdos posquirófano aparece «un plato de macarrones con chorizo que me trajo el doctor Gago y que me supo a gloria». No es para menos, «llevaba años a dieta y sin poder comer a gusto, ya que en diálisis tienes que cuidarte mucho».

En este tiempo, Trinidad asegura «haber hecho una vida totalmente normal. Hasta fui madre de una niña, que ahora tiene 24 años». Muchos de sus allegados y familiares «no saben que estoy trasplantada del riñón. Se van a enterar por el periódico», comenta entre risas. Una revisión cada cuatro meses y la medicación que toma a diario es lo único que le recuerda que lleva el riñón de un donante. «Esto es una lotería muy grande, porque la decisión de donar no es nada fácil», confiesa.

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