Opinión de La Voz de Asturias...
Primera toma.
Defender a Garzón
14/04/2010
Llama la atención, como simple lector, que la principal defensa del trabajo del juez Baltasar Garzón se haga en países como Estados Unidos o Reino Unido, en donde importantes cabeceras mediáticas han considerado la imputación como una venganza partidista. Resulta incomprensible, de entrada, que el juzgador acabe acusado por aquellos a los que juzga y que la sociedad permanezca impasible por la guerra abierta para defender los derechos de una y otra parte. Existe la sensación de asistir a un proceso de ´narcotización´ del pensamiento crítico porque sólo percibe una gran distancia, cada vez más acentuada, que acelera el proceso de descomposición de la opinión pública. Lo que ocurre con el juez Garzón no tiene mucho sentido y menos que se pretenda presentar como un problema de derecha contra la izquierda. Es un enfrentamiento del sentido común con los pilares más inmovilistas del sistema público, y se presenta, ante los demás, como la defensa de los derechos de aquellos que se sienten agredidos por perseguir a los agresores. Es el mundo al revés, piensan los americanos o los ingleses, cuyo modelo social es tan diferente al nuestro e incluso mucho más conservador, pero que tienen un respeto supremo por las instituciones. Apelando a la democracia mal asumida, en este país se cuestiona de todo y a todos, y se defiende la postura apelando a la bandera de la libertad de expresión y descalificando a un juez por su condición de estrella. Con este tipo de desajustes morales es muy difícil explicar a los más jóvenes lo que ha ocurrido en estas últimas décadas y pedirles, a continuación, que se impliquen en la construcción de un esquema de convivencia. El juicio paralelo ya se ha hecho, aunque provoca cierto resquemor que vengan los de fuera a decirnos como despreciamos el valor propio. Alguien dirá que bastante tienen con lo de ellos, pero, en algunas situaciones, su democracia es un ejemplo que un sistema inmaduro necesita para apreciar la evolución de las cosas. La solidez de la organización se fortalece cuando el protagonista es el ciudadano, no los jueces, aunque también cuando el acusado no dicta sentencia contra su juzgador. Así es muy complicado que nos crean en el mundo moderno.
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