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Por GERMÁN TEMPRANO


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Un guiso de izquierdas con recetas de derechas

El Gobierno no sólo ha causado un perjuicio doméstico a los damnificados de sus recortes sino que ha dañado la credibilidad de la izquierda al aplicar en tiempos de crisis recetas de la derecha que, en muchos casos, ni ésta se hubiera atrevido a adoptar.

NUEVATRIBUNA.ES 02.08.2010

Después del recorte de salarios a los trabajadores, la congelación de pensiones, la barra libre de los despidos y la inminente amenaza sobre la ampliación de la edad de jubilación, queda claro que Rajoy, de llegar a ser inquilino de Moncloa, digo como presidente no como becario de la Erasmus, se podrá entregar en cuerpo y alma a lo que mejor se le da hacer. Es decir, nada de nada. Y eso por mucho que se comprometa a regresar en septiembre con ganas de trabajar. Lo ha anunciado a través de un vídeo que, dicho lo dicho, se ha convertido ya en un clásico del género de la ciencia ficción. Y encima ha sido tan poco solidario que no sólo no se aprieta el cinturón en estos tiempos de austeridad sino que ni siquiera de lo pone en el coche. Casi mejor que don Mariano descanse aunque no sepa de qué y sea Zapatero quien se quede sin vacaciones. Que aproveche así para ensayar ante el espejo esos tonos afectados con los que nos participa la siguiente tropelía social por el bien de España. Primero fue ese ‘lo haré cueste lo que me cueste’ y ahora ese ‘en los dos próximos años nos jugamos el bienestar de los veinte siguientes’. No es por importunar pero, de ser así, ¿qué han estado haciendo hasta ahora?

Desde que algún asesor gubernamental debió leer en el envoltorio de un adoquín zaragozano alguna cita de Weber todo ha sido un no parar. Bajo el paraguas de la ‘ética de la responsabilidad’ que acuñara el intelectual alemán se ha cobijado todo aquello que ni la coherencia ni la ideología hubiera admitido bajo sus alas. El Gobierno no sólo ha causado un perjuicio doméstico a los damnificados de sus recortes sino que ha dañado la credibilidad de la izquierda al aplicar en tiempos de crisis recetas de la derecha que, en muchos casos, ni ésta se hubiera atrevido a adoptar. Tampoco debería cundir el desánimo. No es que la izquierda no tenga soluciones; seguramente es que el señor presidente no ha tenido valor para ponerlas en marcha. Que a día de hoy, después de vapulear las economías de los más débiles, se siga sin saber qué contribución fiscal añadida van a tener las rentas más altas es tan elocuente que por sí mismo valdría para no acudir en un lustro a Rodiezmo.

Que sea la derecha nacionalista, en este caso la vasca, quien te pare el carro de las causas de despido por entender que la liberalización que se propone es excesiva debería dar que pensar siempre que esa fe ciega, o impostada, de que todo se perpetra por el bien común dejara margen a la reflexión. Uno no se lo pide a Leire Pajín, que para imposibles ya tengo yo mi lío con la Angelina Jolie, pero sí le gustaría que voces como las de Antonio Gutiérrez no se apagaran entre la turbamulta de la obediencia debida. Sólo así le evitaría a uno tener que darse una ducha fría después de sorprenderse a sí mismo dando la razón a Montoro cuando despotrica en la televisión contra la reforma laboral. Y de eso se pasa a gritar un gol del Barça en menos que canta un gallo.

Con esas cosas no se juega. Menos aún con las expectativas de los ciudadanos que votaron a un partido socialista que, más allá del logo en la papeleta, lo demostraría cuando había que demostrarlo. Bien estuvo, y así se aplaudió, la retirada de tropas o la aprobación de las bodas entre homosexuales, pero dos bonitos colores en una paleta no pueden por sí solos pintar un cuadro al óleo. Cuando ha llegado la hora de rascar en los bolsillos todo ha vuelto a esta estomagante normalidad. Cómo será de normal que mientras te revisas la poda de la nómina, uno de los grandes bancos sólo ganó 4.445 millones de euros en seis meses. Un 1,6% menos que el año anterior ¿A estos miserables números es a lo que llama Zapatero recuperación?

German Temprano es escritor y periodista

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