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Investigación patrocinada por la Canadian Cancer Society y por el National Institutes of Health (NIH) de los Estados Unidos …

 

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Un asturiano, en el equipo que diseña un fármaco revolucionario contra el cáncer de próstata

El investigador gijonés Javier García trabaja en Canadá en el EPI-001, un compuesto capaz incluso de reducir los tumores en pruebas de laboratorio

Gijón, Eduardo GARCÍA, para La Nueva España

Javier García Fernández se licenció en Químicas en la Universidad de Oviedo, leyó su tesis doctoral dirigida por el actual rector, Vicente Gotor, y se echó al mundo a investigar. Primero, Irlanda; más tarde, Canadá. Javier García forma parte del pequeño equipo de Raymond Andersen, en la Universidad de la Columbia Británica, en Vancouver, una de cuyas investigaciones sobre el cáncer de próstata acaba de ser publicada por la prestigiosa revista «Cancer Cell», publicación con un muy alto índice de impacto.

Este Departamento de Investigación, en trabajo conjunto con la Agencia del Cáncer de la Columbia Británica (una de las provincias canadienses) acaba de dar a conocer un compuesto, bautizado como EPI-001, ya patentado, que en su día pudiera dar lugar a un fármaco revolucionario. Las pruebas de laboratorio dieron resultados espectaculares porque, como señala el investigador asturiano, «no sólo frenaron el crecimiento del tumor, sino que lo redujeron». La siguiente fase fue la experimentación con ratones «y de nuevo ha dado resultados, lo que representa un salto cualitativo en la investigación. Aparentemente no se presentan, además, efectos tóxicos, por lo que las perspectivas son muy buenas».

La investigadora canadiense Marianne Sadar, una de las directoras del proyecto, aseguraba días atrás al diario «The Vancouver Sun» que «el día en que comprobé que los tumores se reducían me puse a correr alrededor del edificio mostrando a todo el mundo los resultados».

No era para menos. El grupo de investigación de Raymond Andersen en el que trabaja el gijonés Javier García se ubica en la Facultad de Ciencias del Mar. Andersen es profesor del Departamento de Química y del Departamento de Oceanografía y es un especialista de primera fila mundial en el campo de la química de productos naturales en el mundo marino.

Allí tiene su origen el EPI-001. La Universidad de British Columbia encontró una sustancia biológicamente activa en el interior de una esponja de los mares de Papúa-Nueva Guinea. Dicho así, nada más exótico. La Agencia del Cáncer de la región de Columbia había pedido al equipo de Anderson que testara diferentes sustancias provenientes del medio marino. Y en una de ellas surgió la sorpresa. Tenían la esponja pero había que aislar el compuesto. Tras los fraccionamientos correspondientes a través de técnicas cromatográficas se llegó a esa sustancia químicamente pura.

El siguiente paso era averiguar la estructura de esta molécula, mediante técnicas de resonancia magnética nuclear, paso previo a la síntesis en el laboratorio. «Es algo imprescindible porque de una fuente natural tan sólo podemos conseguir miligramos de la sustancia», explica Javier García. La síntesis es la fabricación «artificial» de la sustancia, o de sustancias parecidas «que pueden ser incluso más sencillas pero también más eficaces». Es un paso que ya se ha dado. «No estamos ante una molécula muy complicada desde el punto de vista químico. Estamos ya sintetizando y experimentando con muchos otros derivados para tratar de mejorar su actividad. Es decisivo saber qué partes se pueden modificar y qué otras son indispensables».

En los laboratorios del equipo de Andersen donde trabaja el químico asturiano hay miles de muestras del medio marino a los que se les atribuyen posibles capacidades en el desarrollo de drogas contra el cáncer. Productos recolectados sobre el terreno «sobre todo en mares de la zona de Australia y el Caribe».

Asegura Javier García que los mejores sitios para la investigación son los muy ricos en biodiversidad. Pero con matices: «Son buenas las áreas donde hay más especies que comida disponible, porque en esas condiciones las especies son capaces de desarrollar compuestos químicos para defenderse, para sobrevivir. El desarrollo de esos compuestos es, en ocasiones, la única forma de defensa».

El grupo de la Universidad de la Columbia Británica ha ido a zonas que fueron exploradas por primera vez, «allí donde sabes que se pueden extraer cosas novedosas para la investigación». Por el momento, y a falta de ir superando pasos (los siguientes, probablemente, serán pruebas con vertebrados más complejos que los ratones, como los perros o los primates), la investigación está siendo costeada por la Canadian Cancer Society y por el National Institutes of Health (NIH) de los Estados Unidos.

En esponjas contaminadas de Papúa N. Guinea

Gijón, E. G.

Para el profano, una esponja natural es eso, ni más ni menos. Para el investigador, dentro del mundo de estos invertebrados acuáticos hay especies, subespecies y géneros. La EPI-001, la sustancia proveniente de las esponjas de Papúa Nueva Guinea atesora además una sorpresa.

«El EPI-001 se extrajo de una esponja, pero es un compuesto de origen industrial, pensamos que como consecuencia de un proceso de contaminación relacionado con el tráfico marítimo. Es muy posible que las esponjas bioacumularon y lograron transformar estos compuestos. Algo que les era tóxico, lograron mejorarlo», explica Javier García, que viene de familia de químicos. Su hermano Rubén García y su primo José Ignacio García Alonso se mueven en el ámbito de la Universidad de Oviedo en diferentes líneas de investigación y docencia como químicos analíticos.

Los dos organismos implicados en la investigación de la EPI-001, liderados por Marianne Sadar y Raymond Andersen seguirán trabajando en simbiosis contra uno de los cánceres más habituales entre los hombres: «Las terapias actuales se basan en eliminar la producción de hormonas masculinas, pero las células tumorales son capaces de reaparecer, es como si se volvieran independientes, y a partir de ahí los pronósticos empeoran».

Javier forma parte de un laboratorio con apenas doce investigadores, entre los que hay canadienses, norteamericanos, italianos y chinos, además del español, quien se está sacando la licencia de submarinista científico para oficializar un futuro trabajo de recogida de muestras en el mar.

Hace tres años que el químico asturiano llegó a Canadá tras su estancia posdoctoral en Irlanda. Está contratado como investigador asociado y de momento no se plantea cambiar de aires. Lo apasionante de la investigación en curso le mantendrá en su puesto al menos a corto plazo. La idea de los organismos protagonistas de la investigación del EPI-001 es crear en el futuro una spin-off, empresa que recoja los frutos inmediatos de lo conseguido en el laboratorio.

«Hasta llegar a la FDA, el organismo norteamericano que da el visto bueno a cualquier fármaco, pueden pasar años. Es un filtro muy exigente. Es preciso ir superando fases, muchos proyectos se quedan en el camino porque, además, estamos hablando de procesos muy costosos».

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