«El sistema sanitario debe cambiar, porque si no va a explotar»
06.06.11 - 02:38 -
Pretende marcharse como llegó: discretamente. Claro que habrá que ver si sus pacientes de 'la tercera' (planta) y sus compañeros, entre los que se encuentra la que podría ser la futura alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón, le dejan cumplir ese deseo. Salvador Artime, 'alma mater' del Servicio de Cirugía General del Hospital de Cabueñes deja el bisturí. El 11 de julio cumplirá 65 años y pondrá fin a casi cuatro décadas como cirujano. Hace dos martes operó a su último paciente. Dice no sentir nostalgia, aunque sí algo de pena por «dejar buenos amigos». En la entrevista, Artime se anima con un consejo para Moriyón: «que no se fíe de los que le pasan la mano por la espalda y que no deje de hacer lo que hacía en la consulta con sus pacientes: mirar a la gente a los ojos».
-¿Tiene ganas de 'colgar' la bata?
-Tengo ganas de dedicarme a mi casa, a mi familia y disfrutar de cosas que el trabajo me impidió hacer. Han sido 39 años dedicados a la medicina y creo que me toca descansar un poco.
-Denoto cierto regusto amargo.
-No, no. Lo que me da pena es tener que dejar amigos y gente con la que he compartido muchas cosas.
-¿Va a jubilarse también como médico de la plaza de toros?
-Me han pedido que siga hasta septiembre, pero me parece más correcto dejarlo a la vez que Cabueñes.
-¿Qué le dejan 39 años de cirugía?
-La gran satisfacción de haber hecho lo que me gusta. También me llevo el cariño de mis compañeros, de todos y cada uno de los estamentos.
-¿Y qué lega usted?
-Confío en dejar un gran cariño entre todos mis pacientes. Sólo con eso soy el hombre más feliz del mundo.
-¿Cuál fue su primera operación?
-(Piensa). Empecé a operar siendo estudiante, así que no tengo muy presente cuál fue mi primera intervención. Lo que sí recuerdo es que cuando terminé de estudiar conocí al cirujano José Luis Iglesias Maltrana, que me dio la oportunidad de operar con él durante todo un verano en el Sanatorio Covadonga. Fue para mí una gran escuela. También me viene a la mente mi primer jefe en Cabueñes, José Luis Tinturé Miranda, un padre para todos nosotros.
-¿Han cambiado mucho las cosas en medicina? Ahora el cirujano no sólo debe ser diestro con el bisturí, sino que debe saber de gestión, estadísticas, informática.
-Nos hemos convertido en la oficina del papel, los médicos de ahora somos unos burócratas. Antes llamabas por el interfono a un compañero de otro servicio para pedirle que le echara un vistazo a un paciente tuyo. Él te decía 'estoy ahí en diez minutos' y se acababa el problema. Ahora tienes que echar una instancia, firmarla, que te la autoricen. Es una impersonalidad absoluta.
-El servicio de Cirugía General de Cabueñes siempre tuvo mucho prestigio. Hace años, cuando se hablaba poco del tumor de mama, crearon ustedes la primera unidad integral de Asturias y una de las más reconocidas de España. También aplicaron técnicas pioneras que ahora se emplean en otros hospitales. Y por si fuera poco, de ese servicio sale la que podría ser la próxima alcaldesa. ¿Cuál es el secreto?
-(Se ríe). No lo sé. Sinceramente, es un servicio muy potente y con gente muy profesional. Ahora, que Carmen Moriyón se metiera en política fue una sorpresa para todos. No me va a creer, pero nos enteramos por los periódicos.
-Dice Carmen Moriyón que fue usted de los pocos que acertó con los pronósticos. De hecho, le llama el 'Artimebarómetro'.
-Es cierto, desde el primer día le dije que iba a salir elegida. Carmen representa un soplo de aire fresco, algo que estaba pidiendo muchísima gente.
-Se anima con un consejo.
-¿Un consejo? Que no se fíe de los que le pasan la mano por la espalda y que no deje de hacer lo que hacía en la consulta con sus pacientes: mirar a la gente a los ojos».
-¿Como cirujano, le hubiese gustado trabajar en el nuevo HUCA?
-¡Ni loco! Eso queda para la gente joven, que sabe de ordenadores, de gestión. No es un hospital para profesionales de mi generación.
-¿Y qué le parece el modelo de atención que se va a implantar?
-No me convence mucho, porque tienes que estar más pendiente del ordenador y de la técnica que del paciente. A los enfermos hay que mirarlos a los ojos.
-¿Se acostumbró a dar malas noticias?
-Nunca te acostumbras. Lo pasas mal, sobre todo cuando se trata de gente joven. En ocasiones tienes que tragar saliva y disimular, frotándote los ojos para que no te vean llorar.
-De todas formas, en el cáncer de mama se avanzó mucho, ¿no?
-Se adelantó una barbaridad. Todavía recuerdo cuando hacíamos la llamada mastectomía de Halsted. Consistía en quitar la mama, el pectoral mayor, el pectoral menor y en limpiar toda la axila casi hasta el cuello. Aquello era un desguace, pero en ese momento no había otra cosa. Ahora hacemos lo del ganglio centinela, que nos permite hacer una intervención mínimamente invasiva, aún tratándose de un cáncer de pecho. Es la técnica que le practicaron ahora a Esperanza Aguirre y que aquí llevamos haciendo desde 2003.
-¿Cómo médico, cuál es su diagnóstico de la sanidad pública?
-La sanidad está desbordada. Ha crecido mucho. Hacemos cirugías cada vez más técnicas, con prótesis muy caras y tratamientos muy elevados. Hace treinta años a una persona de 65 años y con cáncer de recto no se la operaba. ¡A ver quién es ahora el guapo que hace eso! Si estamos operando a gente de más de 90 años con ese mismo diagnóstico.
-Pero, ¿no es injusto haber pagado toda la vida por la sanidad pública y al cumplir 65 que le dejen a uno en la estacada?
-Por supuestísimo. Por eso creo que el sistema sanitario tiene que cambiar, porque si no va a explotar.
-Se abren ahora tiempos de cambio. ¿Qué le pide al próximo consejero de Salud?
-Que trate a los profesionales con dignidad, algo que le ha faltado a este señor (en alusión a Ramón Quirós).
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