La enfermedad y los demás cuentos
Saúl FERNÁNDEZ
La enfermedad es un cuento, pero también son cuentos la felicidad o el amor... La vida, en suma, es un relato. La aceptación de esta premisa es la que practican los profesionales de la medicina narrativa, un movimiento clínico que, a finales de la pasada década de los noventa, reaccionó en el Reino Unido contra la medicina basada en pruebas. Éstos, como explicó el doctor José Lázaro, «pretendían hacer más científico el método científico». Los primeros, sin embargo, optaban por el diálogo con el enfermo. Estas dos formas de entender el tratamiento clínico tienen reflejo en la literatura. El VIII Curso de actualización sobre tratamiento asertivo comunitario en salud mental se clausuró ayer en el Centro Niemeyer con una mesa redonda en la que se trató de la medicina en la ficción y de la ficción en la medicina.
José Lázaro describió las líneas de juego, los límites del debate propuesto por el doctor Juan José Martínez Jambrina. La profesora Celia Fernández Prieto habló del deseo de contar y los escritores Enrique Serrano y José Luis Mediavilla se presentaron como ejemplos de historias vitales pasadas por un tamiz más narrativo.
La narrativa, concluyeron los dos primeros intervinientes, tiene que ver con la medicina. Y eso, desde hace casi siempre. «La diferencia entre una cría humana y una cría animal es que esta nace y toma oxígeno mientras que la humana al oxígeno suma las narraciones», explicó el doctor Lázaro, que recordó cómo el escritor José María Valverde conminaba a sus alumnos a que demostrasen que el pensamiento no tiene valor lingüístico. «Si no es así, levántase y dígamelo», concluyó.
La profesora de Literatura de la Universidad de Córdoba, Celia Fernández Prieto, es experta en biografía y autobiografías. Fue ella la que dijo que «la enfermedad incita a la narración porque altera la narración que nos hemos hecho de nosotros mismos». Y es que, «lo que somos es lo que imaginamos que somos». Para la profesora Fernández Prieto: «la narración se vincula al deseo de ser, al deseo de saber». Y esta reflexión es la que se hila con la diagnosis de la psicoterapia, de los médicos narrativos británicos. «No sé si esto es el descubrimiento del Mediterráneo o una herencia con antecedentes tan iluistres como Sigmund Freud», apuntó el doctor Lázaro.
Juan José Martínez Jambrina abrió la mesa con una justificación y poniendo sobre la mesa ejemplos claros de narraciones que hablan de la enfermedad o relatos de la propia enfermedad. La escritora Siri Hustvedt -que es esposa de Paul Auster- es autora de «La mujer temblorosa», una relación de las consecuencias de una serie continuada de crisis de nervios. «Y además cuenta su experiencia llevando talleres de literatura autobiográfica con enfermos mentales», apostilló.
O sea, que las relaciones de la literatura y el tratamiento de enfermos mentales no son sólo relatos de locos creativos. Jambrina aseguró que «el cine abusa de ello». Platón habló de «furor poético» para explicar la llamarada que lleva a verbalizar un pensamiento. Pero de lo que se trata es de empatía con los enfermos, ponerse en el lugar del otro. Y esto se consigue con la narración.
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