Balance de un año: memoria vacía
La extravagante despedida del ex consejero de Sanidad, que entregó a su sucesor un lápiz digital sin contenido, culmina una gestión marcada por la arbitrariedad
Foto: José María Navia-Osorio, poco antes de abandonar el cargo.
Lne.es » Asturias PABLO ÁLVAREZ
Hasta aquí, los hechos. Ahora viene la valoración. ¿Qué tienen en común todas estas historias? A modo de hipótesis, que el lector juzgará, se aportan tres líneas de fuerza:
Una sorprendente falta de seriedad y de rigor a la hora de realizar declaraciones y de tomar decisiones. No es de recibo lanzar cifras escandalosas sin tenerlas muy bien estudiadas. No es propio de gente madura hacer bromitas -aunque sean electrónicas- cuando aún se ejerce un cargo institucional.
n 2 n Un absoluto descuido de las formas, aún sabiendo que en política cuentan tanto o más que el fondo. Si un familiar cercanísimo está implicado en una decisión que has de tomar, se supone que lo prudente es decidir teniendo en cuenta también el factor estético (y eso dando por hecho que en el asunto de los médicos de cupo se haya respetado el factor ético). ¿Tan importantes son 100 o 200 euros al mes para un matrimonio de médicos de alto rango socio-económico (bien merecido, sin duda)?
n 3 n Cierto temperamento prepotente que desafía la realidad de las cosas y que pasa por encima de las personas. Cabe pensar que Navia-Osorio haya sido «víctima» de un cierto efecto sándwich, en el que se ha visto atrapado entre un presidente del Gobierno autoritario e intemperante y algunos colaboradores inmediatos -en particular la cúpula del Sespa- carcomidos por la visceralidad. Bien, pero la asociación con esas «tapas» del sándwich son consecuencia de decisiones libres del ya ex consejero.
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