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Presupuestos de risa

 

El Gobierno, dispuesto a usar todos los instrumentos para frenar el referéndum
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La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. / Efe


¿De qué se reían tanto ayer los miembros del Gobierno que anunciaron los Presupuestos Generales de 2013? Si siguieron la rueda de prensa por televisión, notarían que los tres ministros parecían por momentos al borde de la carcajada. La vicepresidenta Sáenz de Santamaría tuvo un par de muecas (por ejemplo cuando presentaba el plan PIVE para renovar vehículos) en que parecía incapaz de contener una risa que empujaba tras los dientes; el ministro De Guindos fue el más circunspecto de los tres, aunque también sonreía a menudo; y Montoro acompañaba sus enmarañadas palabras con una risilla más pronunciada que de costumbre.

¿De qué se reían, por qué parecían refrenar una risa mayor, por qué se les ponía expresión bobalicona al explicar –si se puede llamar explicar a ese palabreo confuso- las medidas? ¿Risilla de nervios? ¿Sonrisa tonta de mala conciencia? ¿De vergüenza? ¿Sadismo? ¿Careta forzada para amortiguar las malas noticias?

Por un momento llegué a pensar que iban a contarnos un chiste. No digo un chiste para relajar el ambiente, para aliviar tensiones o contrarrestar el estado de ánimo resultante de unos presupuestos tan deprimentes, no. Me refiero al gran chiste: los propios Presupuestos de 2013, que bien pueden ser contados en forma de chiste malo, de esos clásicos que empiezan con la fórmula: “Va la vicepresidenta del Gobierno y dice a los ciudadanos: tengo una noticia buena y otra mala, ¿cuál queréis primero? ¿La mala? Pues venga.”

La noticia mala es que los intereses de la deuda se lo comerán todo, pues suman casi 40.000 millones de euros (en pesetas da más risa, sobre todo a los más mayores: casi seis billones y medios). Que en el mejor de los casos (y siempre que se cumplan unas previsiones que no se creen ni los ministros de risa floja que las anunciaron ayer) el paro se mantendrá en 2013 por encima del 24% (otros organismos aventuran un 26%). Que todas las partidas de gasto bajarán salvo el pago de los intereses de la deuda, las pensiones y las becas (aunque esto último nos lo creeremos cuando lo veamos). Que nos darán otra vuelta de tuerca para que nos jubilemos cuanto más tarde mejor. Que no se repondrá empleo público (por segundo año, para mayor deterioro de los servicios). Que los funcionarios seguirán congelados (ídem de lo anterior, pero por tercer año consecutivo). Que el Gobierno meterá el cuchillo en la hucha de las pensiones para sacar unas monedas (3.000 millones) con que terminar el año. Que se avecina un “plan de reformas estructurales” para el próximo semestre con 43 nuevas reformas que nos darán más de un susto. Que la austeridad nos asfixiará más todavía, porque los recortes se hacen sobre lo ya recortado, y en algunos casos la tijera ya tocará hueso.

La noticia buena, alegren esa cara, es que por mal que vaya todo lo anterior, siempre podrán encontrar empleo: en Eurovegas, que para que empecemos a creernos que va en serio, el Gobierno ha tenido el detalle de modificar la ley para que los ayuntamientos puedan perdonar impuestos a aquellos inmuebles que tengan interés “por concurrir circunstancias sociales, culturales, histórico artísticas o de fomento del empleo”. En Eurovegas, como saben, concurren todas ellas, así que Mister Adelson ya tiene concedida una de sus exigencias para venir a España.

No, como chiste no tiene mucha gracia. Pero aun los tienen peores, que la gracia de este Gobierno es inagotable. Empezarán por contarnos varias veces el mismo chiste de ayer, aunque cada vez más adornado: cuando lo leamos en el BOE, cuando sepamos detalles ocultos que sí cuentan a los inversores extranjeros, cuando revisen sus propios Presupuestos con una ampliación de recortes dentro de unas semanas como ya ocurrió con los de 2012. Y como suele pasar con los chistes, en cada repetición nos hará menos gracia.

Luego vendrá el viejo chiste del “¿qué prefieres, susto o muerte?”, para explicarnos el rescate cuando llegue el momento. Entre medias nos contarán un par de chistes protagonizados por catalanes, que por aquí hacen mucha risa y al PP suelen darle resultado con los suyos. Y estirarán un poco más el chiste del euro (que es del tipo clásico “van un francés, un alemán y un español…”).

No sabemos si en Bruselas les habrán hecho mucha gracia estos presupuestos, porque los europeos son muy estirados y a veces no entienden la guasa española. Por aquí también hay cada vez más gente cansada de que se rían. De que se rían de nosotros. Si usted es de los que ya no le ve la gracia al asunto, mañana sábado hay otra convocatoria para volver al Congreso, para rodearlo de nuevo y contar otros chistes bien diferentes. Ya veremos quién ríe el último.

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