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Opiniones impresentables

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El columnista justificó al hombre que asesinó a su mujer embarazada y mostró el cadáver a su padre por internet

La indigencia intelectual y la miseria moral del tertuliano Salvador Sostres son insondables

La Voz de Asturias. 25/04/2011 / Julio César Herrero

Respeto tu opinión pero no lo comparto”. El daño que ha hecho semejante estupidez al pensamiento crítico es extraordinario. La frase, frecuentemente utilizada por los seguidores de lo políticamente correcto o por quienes pretenden dar lecciones de un talante democrático mal entendido, parece haberse convertido en la excusa perfecta bien para dejar sin sanción algunas afirmaciones que rayan el delito o bien para franquear los límites necesarios en los que se debe desenvolver el ejercicio responsable de la libertad. En el aserto se confunden, quizá deliberadamente, las opiniones con las personas. Lo respetable deberían ser las personas, por el hecho de serlo; no las opiniones -que podrán serlo o no-. Aunque hay algunos personajes que parecen empeñados en que no se perciba esa distinción, por la indecencia que destilan las opiniones que vomitan, y por haber conseguido una extraordinaria identificación entre lo que dicen y cómo se comportan.

 

Es el caso de Salvador Sostres. Columnista del diario El Mundo y colaborador habitual de las tertulias de Telemadrid y de Veo 7, parece justificar en la polémica zafia y ruin su razón de ser. La retahíla de exabruptos proferidos por este individuo solo es equiparable a la paciencia de los lectores del diario en el que colabora o de los telespectadores de los dos canales. Sin embargo, el profundo asco que provocan sus arcadas pretendidamente literarias o pseudoperiodísticas no parece haber sobrepasado con creces, aún, los límites de lo tolerable. Por lo menos, a juicio de los responsables de esos medios de comunicación.

 

El pasado día 7, el colaborador de marras tituló la columna en el diario de Pedro J. Ramírez como Un chico normal . Se refería al joven que había asesinado a su mujer, embarazada, y había mostrado el cadáver al padre de ella, que estaba en Rumanía, utilizando una cámara web. Lo de normal es, para empezar, de una insolencia inadmisible. No conforme con la provocación, el desarrollo de la náusea presentaba otras perlas igualmente vomitivas.

 

Sostres justificaba el asesinato porque el joven estaba enamorado y, claro, como su mujer le dice que le va a dejar y que además el hijo no es suyo, “es normal que pierda el corazón y la cabeza, el sentido y el mundo de vista” y la mate. Lo dice quien ha perdido el corazón y la cabeza en numerosas ocasiones, quien ha evidenciado con contumacia la falta de sentido y a quien el resto del mundo no ha perdido de vista por alguna extraña razón que ni el director de El Mundo ni de Telemadrid han explicado aún.

 

Pero los desvaríos de una “mente enferma”, como calificó al colaborador la periodista Isabel San Sebastián, son episódicos y recurrentes. Precisamente en su tertulia del canal público madrileño, Alto y claro , comparó a las mujeres maduras con las jóvenes. Según el especialista, las chicas de 17, 18 y 19 “aún no huelen a ácido úrico, están limpias, tienen un olor a santidad”. A la repugnancia del comentario se le une el hecho de que fue realizado delante de unos niños procedentes de un colegio de Marruecos, que habían acudido al plató para ver el programa. Esta circunstancia parece que agudizó su asqueroso sentido del humor y ante las reiteradas llamadas de atención de la conductora decidió tranquilizarla afirmando: “Son de Rabat, no te preocupes, ahí llevan todo suelto”.

 

Pero la indigencia intelectual y la miseria moral de Salvador Sostres son insondables. Sobre el terremoto de Haití dijo: “(…) es un drama pero el mundo, a veces, hace limpieza”. Y sobre la lengua española: “Es de analfabetos y de gente de poco nivel hablar un idioma que hace un ruido tan espantoso para pronunciar la jota”. Él, que reconoce sentirse más realizado hablando en catalán, se ha visto obligado a engrosar la lista de “analfabetos” y de “gente con poco nivel” para ganarse la vida o lo que sea. Y ha debido de esforzarse porque desde hace unos meses existe en Facebook un grupo que pretende darle un premio: Salvador Sostres: Gilipollas del Año . Es una lástima que el término no tenga traducción al catalán. En ese caso, en vez de un premio podían darle dos.

 

El asunto es que con la descalificación, en la que el fulano se mueve como una rata entre la basura, no se soluciona el problema de fondo: la dejación de responsabilidades de los directores que brindan sus medios para que se despache a gusto el autor del Libro de los imbéciles . Se le olvidó el subtítulo: Autobiografía .

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