«Es un error unir autonomías y ley de dependencia»
21.06.11 - 02:43 -
Demetrio Casado (Segovia, 1934) lleva más de 50 años dedicado al estudio y aplicación de ayudas a la discapacidad y la dependencia, que ahora ejerce en la Fundación FOESSA. Su ponencia de ayer en el máster en Políticas Sociales en La Ferrería fue una toma de pulso a la realidad actual de este tema.
-¿Cómo valora el estado actual de los servicios sociales en España?
-Estamos en un momento de crisis por crecimiento y de desarrollo de estas políticas. El detonante que ha forzado este crecimiento no es otro que la aprobación en 2006 de la ley de autonomía y dependencia. El hecho de que se haya encomendado su dispensación a las autonomías es su principal carencia.
-¿Hablamos entonces de un error en la transferencia de competencias?
-Sin duda, ya que ha cogido a muchas administraciones con el pie cambiado, fue un ’encargo’ que se enfrenta a las dificultades de financiación y a un desigual reparto en las distintas comunidades.
-En la calle, de hecho, esa es la gran queja que se deja oír, que la ley no da para todos.
-Es que los servicios sociales han crecido en demanda, y en una sociedad envejecida como la española, es lógico que haya sido así, por el aumento de edad de la población, principalmente. Además, otras coberturas como marginación social o discapacidad no dependiente se han quedado perjudicadas por ese trasvase de fondos que la ley no cubre en la misma medida.
Otras discapacidades
-¿Podemos hablar de España como un país con accesibilidad para discapacitados físicos?
-Estamos en el camino. Sí que es verdad que muchas ciudades ya tienen bordillos adaptados en casi todas las calles, y que muchas casas cuentan con rampas de acceso. Pero no es así en las ciudades con muchos edificios históricos. Incluso hay viviendas de protección oficial de cuatro pisos construidas en los 70, bajo el prisma de la época, que no tienen siquiera ascensores.
-Algo muy normal en Asturias.
-Sí, y aquí hay casas en cuya escalera no hay sitio para la caja del elevador, con los problemas consiguientes en la comunidad de vecinos. Además, al haber crecido la esperanza de vida, ahora es normal encontrarnos con el aumento de ancianos ’presos’ de sus domicilios.
-¿Qué hay sobre las discapacidades de orden intelectual?
-Nos encontramos en una tesitura parecida, que ahora estas personas viven más años. Ya es habitual que sobrevivan a sus padres, cosa rara hace pocas décadas, y también que superen la juventud para adentrarse en edades medianas. Pero el problema radica en que los padres necesitan echarles una mano, o las dos, de modo continuo. Al hacerse mayores también, precisan de ayuda diaria todos ellos.
-¿Qué papel juegan las oenegés destinadas a estas labores?
-En los últimos años ha crecido exponencialmente el número de voluntarios en fundaciones y entidades, y eso está muy bien. El problema viene que el éxito de estos empeños -el citado aumento de esperanza de vida de los usuarios- nos enfrenta al mismo problema de antes: no hay ayudas para todos.
-¿Cree que los geriátricos españoles tienen carencias serias para tantos usuarios?
-Está claro que los poderes públicos no supieron prever la alta cifra de personas que iban a precisar una plaza. Y las residencias privadas suelen caer en el error de llenarse de inmediato, quizá por razones económicas, y eso genera problemas.
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