Dos asturianos investigan en el Instituto Tecnológico israelí del Nobel de Química
La ovetense Beatriz Caballero y el gijonés Diego Rodríguez-Gómez comparten campus con Daniel Shechtman en Haifa
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«Más vale que sepas el número del autobús que necesitas porque el alfabeto hebreo es imposible».
Oviedo, Eduardo GARCÍA
Beatriz Caballero y Diego Rodríguez-Gómez son pareja e investigan en laboratorios distintos dentro del gran complejo del Instituto Tecnológico de Haifa, en Israel, sede donde investiga el nuevo premio Nobel de Química, el israelí Daniel Shechtman, descubridor de los cuasicristales.
Beatriz Caballero es ovetense, 32 años, se licenció en la Facultad de Medicina de Oviedo y trabaja en el Technion de Haifa desde hace un año en investigaciones relacionadas con el alzheimer. Diego Rodríguez-Gómez, por su parte, es de Gijón, 31 años, estudió Físicas en la Universidad de Oviedo y proviene de la Universidad de Princeton, en los Estados Unidos, donde estuvo tres años haciendo un posdoctorado.
La concesión del Nobel a Shechtman ha puesto de actualidad un Instituto Tecnológico «que es como un campus universitario tipo norteamericano, con un muy buen ambiente investigador», dice Beatriz Caballero, quien investiga en Haifa gracias a la financiación que le ha concedido la FICYT asturiana. Los israelíes ponen los medios materiales y un caldo de cultivo «muy enriquecedor». Beatriz trabaja en un campo apasionante que tiene que ver con los procesos de muerte celular y neuronal en la enfermedad de Alzheimer.
«Presenté mi trabajo, les gustó y me vine para Israel. Cuando lo comenté en Asturias todo el mundo fruncía el ceño. "¿Es que no había un sitio más tranquilo para ir a trabajar a él?", me decían. Pero no me arrepiento. Haifa ofrece una gran calidad de vida, es una ciudad tranquila, acogedora, como Oviedo».
Físicamente hablando, Beatriz Caballero no tiene fácil cruzarse en el campus con Daniel Shechtman, pero sí con otros dos premios Nobel, los de Química de 2004 Aaron Ciechanover y Avram Hershko. Por cierto que Ciechanover fue la «estrella» invitada a la apertura del Congreso de Bioquímica y Biología Molecular celebrado en Oviedo en septiembre de 2009.
Haifa, una ciudad con los mismos habitantes que Gijón y con un Instituto Tecnológico con tres premios Nobel en nómina. No está mal.
Diego Rodríguez es físico teórico y trabaja en la llamada teoría de cuerdas. Hizo estancias en Londres y Amsterdam, además de su ya comentado paso por la todopoderosa Princeton. «Lo que más me interesa», explicaba ayer, día laboral en Israel, desde su trabajo, «es la relación entre las teorías digamos usuales, parientes de las que describen, por ejemplo, los protones y los núcleos atómicos y la gravedad».
Diego, contratado por el propio Instituto Tecnológico, desmonta tópicos: «La idea que en principio uno tendría de Israel es de un sitio medio en guerra, con bombas y demás... nada de eso. La vida es muy tranquila, la gente sale mucho a la calle, es muy familiar».
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