El pediatra vocacional
11.12.11 - 02:41 -
POR FERNANDO DEL BUSTO |
Nacido en Pravia hace 65 años y licenciado en Medicina por la Universidad de Valladolid, se especializó en Pediatría en el antiguo Hospital Central y en 1978 se incorporó al San Agustín
Si algo define la vida de José Antonio Vázquez Fernández es la pasión por la pediatría. Nacido en Pravia hace 65 años, a la temprana edad de dos años quedó huérfano de padre, lo que le unió de forma extraordinaria a su madre, Estrella Fernández. «Para mí siempre ha sido mi guía, mi referencia», explica. Incluso en ella encuentra el germen de su vocación. «En Pravia, ejercía labores que hoy podríamos calificar de auxiliar de enfermería, ponía inyecciones, estaba con las personas enfermas...», recuerda.
Con esas inquietudes, Vázquez se fue a estudiar el bachillerato a Valladolid, permaneciendo interno en el Colegio Salvador hasta su ingreso en la Facultad de Medicina de la capital castellana. Colaboró en la enfermería del internado, aunque asegura que, más que hacer, miraba y aprendía.
También practicó deportes como rugby, fútbol y tenis, donde llegó a participar en campeonatos de España universitarios, aunque su prioridad era lograr la licenciatura en Medicina y, sobre todo, volver a Asturias. «Mi gran ilusión era regresar», recuerda.
Lo logró en el año 1973, incorporándose al entonces llamado Hospital General, donde comenzó su especialización como pediatra. «Vivíamos internos en el hospital, era un sistema muy intenso de formación», comenta. Al año siguiente se incorpora al Hospital Materno-Infantil.
En 1978 forma parte del equipo de pediatras que inaugurarían el Hospital San Agustín, con el doctor Domínguez como director. «Un hombre y un médico extraordinario», señala como homenaje a un profesional de recuerdo imborrable en Avilés.
En este tiempo vivió la evolución del centro de referencia en la comarca. «El Hospital San Agustín ha mejorado mucho, ahora tenemos muchos más medios técnicos, ha ganado calidad científica, pero se ha perdido trato humano, aunque es normal porque antes nos conocíamos todos. En los primeros años, en una guardia, todo el equipo de hospital éramos doce personas, era un centro muy pequeño, familiar. Recuerdo que después de la cena dábamos un paseo por fuera del hospital. Hoy eso es impensable», concluye.
En esos primeros años, rememora cómo «nos sentíamos muy observados desde Avilés. Y eso también nos unió mucho». No faltaron episodios complicados, como brotes de meningitis meningocócica, que pusieron a prueba a todo el servicio de Pediatría del San Agustín. «Fueron momentos complicados», recuerda. Dentro de las características del servicio, el doctor Vázquez orientó su labor hacia la nefrología infantil, entre los diferentes campos que ofrece la pediatría.
Casado con Covadonga, una praviana que conoció mientras estudiaba su licenciatura, es padre de dos hijos y una hija, Isabel, la única que seguirá la tradición médica. «El día 28 de enero se examinará para el MIR; comenta que las especialidades que le gustan son ginecología y traumatología». Sus otros dos hijos, José Antonio y Pelayo, han optado por vías alejadas de la medicina.
Jubilado el pasado mes de agosto, aún mantiene su consulta privada abierta en horario de tarde, por la que han pasado infinidad de niños avilesinos, a cualquier hora, incluso en domingos y festivos. «Me gustaría seguir en activo, al menos otros cinco años. Aunque hace unos años tuve un problema coronario, ya estoy bien. La consulta abierta me motiva para seguir estudiando», dice.
Dedicará su tiempo libre a la familia y a algunas de sus aficiones, como la música (uno de sus himnos es 'Image' de John Lenon) y la lectura, sobre todo de temas relacionados con la medicina y su especialidad.
Y es que la pediatría es la gran pasión de este vecino de Salinas. «Tratar con niños no tiene nada que ver con los adultos; los niños no tienen reservas. La medicina con ellos es más agradecida, aunque cuando suceden, las tragedias son terribles», confiesa asegurando que, contra esos malos momentos «no existe vacuna. Con el tiempo, aprendes a llevarla, pero siempre está ahí». Señala que en esos tragos amargos ha encontrado refugio en la familia, la música, la lectura, «la soledad y pensar que mañana siempre amanece».
Afortunadamente, la pediatría le ha dado muchos más momentos agradables en su carrera profesional. «Después de 30 años sigo teniendo trato con algunos de los niños que fueron mis pacientes, me comentan la evolución de sus enfermedades», explica. Tal vez, por eso, el doctor Váquez es de los que siempre sonríe, reforzando así esa imagen de bonachón que le acompaña de forma permanente.
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