El San Agustín homenajea a siete voluntarios de Cruz Roja que participan en un programa pionero en la región de acompañamiento a pacientes
Facultados para regalar sonrisas
Antonio Blanco, Lolina Rodríguez, Ludi Quintana, Toni Gil, Emilia Álvarez, Antonio Sánchez y Margarita Cascallana son los «siete magníficos» del Hospital San Agustín. Están facultados para «rescatar» sonrisas a los pacientes ingresados en el centro. Su especialización: voluntariado. Por eso no vistan bata blanca, no llevan fonendoscopio, ni cobran por sus servicios. Los siete son voluntarios de Cruz Roja y participan con esta entidad en un proyecto pionero en la región -en Asturias solo hay plan similar en Gijón, aunque orientado a niños- que se gestó hace cuatro años. Su misión en el San Agustín es arropar a los enfermos que solicitan compañía a los trabajadores sociales del Hospital.
La gerencia del centro que encabeza ahora Fernando Tejada quiso ayer rendir un homenaje a estas personas que trabajan con el corazón. «Su labor es admirable y es un verdadero lujo tener a estar personas en el hospital», manifestó el gerente. La responsable de la delegación avilesina de Cruz Roja en Avilés, Nelly Fernández, destacó que la diferencia entre la población general y los voluntarios es su compromiso con la sociedad. «Para ser voluntario no sirve cualquiera, hay que tener voluntad. Eso es lo que marca la diferencia», sentenció Fernández, que confesó que en su día temió que este proyecto fracasara en el San Agustín como ocurrió en otros hospitales. Pero lejos de esto la labor y el número de voluntarios fue a más.
También cambió el perfil de personas que solicitan desde entonces la compañía de los voluntarios. «En un principio el proyecto iba destinado a aquellas personas que carecen de una red natural de apoyo, pero con el tiempo se extendió a aquellas personas que necesitan apoyo y que lo solicitan a los trabajadores sociales», manifestó Ignacio Fernández Paniceres, también de Cruz Roja de Avilés. Para los voluntarios su labor es siempre gratificante. Reconocen, además, que nunca están solos. Cuentan en todo momento con el apoyo de la ONG y los profesionales del San Agustín. Su recompensa: la sonrisa de los pacientes.
«Cuando las estancias de los enfermos son muy largas se acaba forjando una amistad que continua, incluso, fuera del hospital y es muy gratificante. También es muy duro, en el mismo caso, cuando vas a visitar a un paciente y te dicen que ya no está, que ha fallecido. Entonces se siente la pérdida y duele», manifiestan los voluntarios del San Agustín, que cubren esa brecha emocional que los médicos del centro no pueden curar con fármacos. Los «siete magníficos» pasan una media de dos horas en el centro. Y cada vez son más necesarios. Así lo cree el gerente del Hospital San Agustín, que se enfrenta a una población cada vez más envejecida.
Antonio Blanco y Lolina Rodríguez ejercen de voluntarios en el centro sanitario desde que se gestó el proyecto hace cuatro años. Blanco tiene experiencia en el trabajo altruista. Además de visitar a enfermos en el San Agustín acompaña a pacientes en el Hospital de Avilés (antiguo de Caridad) y a ancianos en el asilo. Ludi Quintana fue la última en sumarse al proyecto el pasado mayo. «Tenía miedo porque no sabía si serviría, pero ahora puedo decir que me gusta y que estar en el hospital con los enfermos no supone ningún esfuerzo», asegura. Toni Gil también se volcó en Cruz Roja, entidad con la que colabora en otros programas como el de inmigrantes o reparto de alimentos.
Emilia Álvarez, Antonio Sánchez y Margarita Cascallana -estos dos últimos ausentes ayer- también son de estas personas que tienen la habilidad de afrontar situaciones a veces difíciles con los enfermos del San Agustín. Tienen tiempo libre y una fuerte vocación solidaria que les lleva a emplear esas horas en ayudar a los demás. Por eso estas personas desprendidas son «ángeles» para muchos enfermos del hospital avilesino, personas que se cuelan en las habitaciones -previo consentimiento firmado- donde se esconden tantas historias como pacientes.
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