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Pobre incluso con trabajo

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El Comercio. 18.11.12 - 01:43 - CHELO TUYA | GIJÓN.

El 45% de la población asturiana reconoce que tiene dificultades para llegar a fin de mes y el 26% de los menores de 16 años está en riesgo de exclusión

La Red de la Pobreza denuncia que muchos asturianos malviven con nóminas de apenas 600 euros

«613 euros de ingresos mensuales es sinónimo de riesgo de pobreza. El problema es que esa cantidad es el salario de muchos». Los integrantes de la Red Asturiana de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión (EAPN, según sus siglas en inglés) quieren poner el acento en que la crisis no está convirtiendo en pobres sólo a quien no tiene trabajo, «lo grave es que, ahora, se es pobre incluso con empleo».

El portavoz de la red, Víctor García, fundamenta la aseveración en el hecho de que «muchas personas tienen nóminas de 600 euros. Y de menos. Con esas cantidades, aunque tienen empleo, aunque trabajan, no llegan a fin de mes, no pueden hacer frente a las necesidades básicas». Y menos si el titular de la nómina «no vive solo. Como tenga hijos a cargo, y eso ocurre mucho en el caso de mujeres solas, con esos ingresos tienen que sobrevivir. Y es imposible».

Por ello, la EAPN asturiana propone «abrir un debate social, en el que todas las partes, políticos, empresarios, entidades sociales, pongamos sobre la mesa la realidad de la situación e intentemosbuscar fórmulas para solucionar los problemas. Porque, tal como vamos, irán a más». De hecho la pobreza amenaza a casi la mitad de la población asturiana. El 45% de los habitantes del Principado, 468.533 personas, reconoce que tiene dificultades para llegar a fin de mes. Peor lo tienen dos de cada diez que, directamente, no llegan. Ya están en riesgo de exclusión. Sus ingresos mensuales, menos de 613 euros, los sitúan en el umbral de la miseria. Un lugar en el que se encuentran ya el 21% de los asturianos. Es decir, 221.164 personas. Casi la misma cifra que habitantes tiene Oviedo.

El problema se agrava al saber que dos de cada diez de esos nuevos pobres se encuentra en edad laboral. Y aún más preocupante resulta descubrir que 26 de cada 100 asturianos en riesgo de exclusión no ha cumplido aún los 16 años.

El último informe de la división asturiana de la Red de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión no deja lugar a la duda: Asturias está en crisis. El documento al que ha tenido acceso EL COMERCIO evidencia lo que resume en palabras el portavoz de la red asturiana, Víctor García, «no vemos signos de recuperación, sino todo lo contrario. La crisis va a más en Asturias».

Así lo asegura el también director del Secretariado Gitano. Y lo hace acompañado de representantes de Cáritas y ACCEM, dos del total de 26 entidades que junto al Albergue Covadonga, Alambique, Amicos, Proyecto Hombre, Asociación Gijonesa de Caridad, Asociación Gitana de Gijón, Vitae Siglo XXII, CISE, Colegio Oficial de Trabajo Social, Compartiendo Culturas, Cruz Roja, El Prial, Eamús, Amaranta, Edes, Siloé, Manos Extendidas, Mar de Niebla, Médicos del Mundo, Movimiento Asturiano por la Paz, UGT, Unga y Xurtir conforman EAPN en Asturias.

Casi 30 entidades que tienen información necesaria como realizar la radiografía de la pobreza en Asturias. Una región en la que «tradicionalmente, las crisis económicas han tardado más tiempo en llegar, aunque luego nos ha costado más salir». Beatriz Oliveros, de Cáritas, apoya esos datos del pasado para aventurar un futuro que no ve «con optimismo» ya que los datos del presente que le llegan cada día «hablan de incremento de la demanda. En Cáritas cada vez tenemos más peticiones, pero ya no son de dinero, o no lo son la mayoría, lo que nos piden es comida. Y suministros».

Joven y asturiano

Disponer de víveres en la despensa y de energía para cocinarlos y, en estos meses del año, calentarse es «ahora mismo, la principal necesidad», peticiones que no llegan, como hace cinco años, de personas sin red familiar y con problemas de adicción o inmigrantes que aún no han regularizado su situación. Hoy el que pide ayuda «es, normalmente, una mujer joven, con hijos a cargo, o familias enteras. Asturianos que hace dos años tenían trabajo, casa y situación desahogada. Hoy no tienen nada».

La frase es de Javier Mahía, responsable de ACCEM, entidad especializada en las demandas de la inmigración y que ha visto como en un año, las demandas de empleo pasaban de 700 a 1.200. «Es lo más necesario, incentivar el empleo. Frenar el paro es la clave y donde tienen que ponerse el acento todas las estrategias políticas».

Y las estadísticas, de nuevo, respaldan su petición. Según los datos oficiales, los que manejan tanto el Gobierno central como el Principado, la tasa de riesgo de pobreza en Asturias es del 21%, con especial incidencia entre la población en edad laboral. Dos de cada diez asturianos de entre 16 y 64 años está en el umbral de la miseria.

«Con 100.000 desempleados, ¿qué queremos?», se pregunta Mahía, mientras que García apunta «y, la mayoría, parados de larga duración, que han agotado, o están a apunto, todas las prestaciones por desempleo».

Y ahí llega, de nuevo, la queja de las entidades sociales ante el colapso del salario social, la renta mínima a la que en Asturias tienen derecho todas las personas que ingresen menos de 530 euros al mes.

«Es una suerte que el Principado tenga el salario social, porque es una garantía de protección y un avance, pero es una pena que no funcione porque está colapsado».

«Viviendo de los abuelos»

Según anunció la propia consejera de Bienestar Social y Vivienda, Esther Díaz, durante su comparecencia esta semana ante el pleno de la Junta General del Principado, son más de 5.200 los expedientes a la espera, algunos desde 2010. Mientras ella volvió a reiterar el compromiso de su equipo de agilizar el proceso -el PSOE gestiona la consejería desde junio pasado- , las entidades sociales tienen claro que, si en Asturias no ha habido un estallido social «es porque se está tirando de la pensión de los abuelos». Víctor García explica que de las jubilaciones de mineros y siderúrgicos «sale la alta media de pensión que tiene Asturias y, por eso, en el último informe de la Encuesta de Calidad de Vida se decía que Asturias era una de las regiones con menor tasa de pobreza».

Los mayores de 65 años presentan, según el último informe de la Red de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión, la tasa más baja de pobreza en Asturias, del 17%, «pero es una situación ficticia, ya que ellos están siendo, en muchos casos, los únicos ingresos de sus familias». De hecho, tal y como repiten las patronales geriátricas asturianas, sus otrora clientes, «ahora vuelven con sus familias, para que todos puedan vivir de su paga».

Las entidades sociales advierten que, además de los pensionistas, son ellas «las que damos una respuesta a los que no tienen recursos, pero no llegamos». Y menos, ahora, «que nos recortan las ayudas». La última red se agujerea.

«He trabajado de todo menos de prostituta y no se me han caído los anillos»

El Comercio. 18.11.12 - 01:40 - A. VILLACORTA | GIJÓn.

Paz Ávalos Vive en Gijón, 55 años «Mi hija tiene su vida y su pareja. No es cuestión de molestarla»

Paz Ávalos Parada y pareja de un parado de la construcción

Desde una habitación del Albergue Covadonga, Paz Ávalos oculta su situación a su única hija, que reside en Barcelona

Paz: «Dime dónde hay un trabajo y allá iré. Con dos ovarios, como digo yo»

Antonio: «Me quedaban tres años para pagar la hipoteca y lo perdí todo»

Paz pide permiso para ir a cenar antes de contar su historia. Si no, se le pasará la hora. Son las ocho y media. Sopa, macarrones y croquetas. De jamón o de pollo, «porque cada vez llegan más musulmanes», explican desde una cocina donde las raciones son también cada vez más, demanda obliga: la del Albergue Covadonga, una institución gestionada por la fundación que lleva su nombre y que batió todos sus récords de actividad en 2011, con 14.299 pernoctaciones y 1.180 personas alojadas en sus instalaciones a lo largo del año, una cifra que casi duplica a la registrada en 2002.

Un comedor cuya intimidad no se traspasa para no incordiar, «porque se puede montar un lío tremendo», aconseja sor Marcelina Muñiz, conocida muy a su pesar tras ser apuñalada en el cuello dos veces no hace demasiado tiempo y que por allí anda, trabajando, con las bandejas y las garcillas, sin desfallecer.

Estamos en Gijón, pero bien podríamos estar en la Barcelona natal de Paz, esta mujer de 55 años, calmada y extremadamente educada, de voz queda y serena, que huye instintivamente «de los follones y las peleas» y que, en lo que ya le parece una vida anterior, ha trabajado «de todo menos de prostituta».

«Cuidando ancianos y bebés, limpiando hoteles, haciendo camas en un hospital... De todo, sin que se me cayeran los anillos, hasta que ya no hubo manera». Así que ahora, ella, que siempre tuvo alma de hippie, «pero de esos hippies de buen rollo, que nunca bebieron ni se drogaron, con mis pelos rastas y mis tejanos, pero con la cabeza muy bien amueblada», vende pulseras por las calles con desigual suerte durante el día. Y, cuando cae la noche, emprende una ruta que la lleva de albergue en albergue, toda vez que están concebidos con recursos temporales y la estancia permitida se le agota. De Gijón a Oviedo y a Avilés. «Y, a veces, hasta a Logroño, pero nunca a las grandes ciudades».

Sobre todo, lejos de Barcelona, donde, con sus padres y su hermano ya fallecidos, solo le queda su única hija, Elena, que «tiene 24 años y es enfermera de la Armada», cuenta, orgullosa. Y que, por supuesto, no sabe nada de las condiciones en las que vive su madre.

«Ella me llama 'mai' y piensa que tengo una casa y un trabajo normales. ¿Para qué se lo voy a decir, si ella tiene una pareja y su vida ya hecha?», pregunta. «No quiero que me vea en esta situación y tampoco es cuestión de irme para allá a molestar». Así que, si acaso, lo más que le pide es que le mande algo de dinero. «A lo mejor le pido cincuenta euros y ella me manda cien o ciento veinte», explica, con una sonrisa amarga.

Paz comparte habitación «con otras cuatro compañeras», cuenta, en el piso superior del albergue. El menos concurrido también, porque, como explica la directora del centro, «siempre hay más hombres que mujeres». Pero casi todos llegan con dos características en común: «Solos y sin un céntimo en el bolsillo».

Cuatro camas sobre las que reposan edredones de flores guateados, una botella de agua en cada cabecero de madera, un olor denso esperan esta noche a Paz después de hacer la colada, porque, mientras la mayoría fuma en el patio o ve la televisión y el frío de noviembre arrecia, las religiosas terciarias capuchinas piden las bolsas llenas de ropa sucia con destino a la lavandería.

«No se está mal aquí», resume Paz, que sigue siendo hippie. Y no se está mal, sobre todo, porque ella, empeñada en verle «el buen rollo» a la vida, se sabe una excepción: entre tanta soledad, ella está acompañada por su compañero, al que conoció hace diecisiete años en Ferrol.

Antonio es portugués y ella, a veces, lo llama Toñín, porque, dice, se lo merece. «Él y yo vamos a nuestro aire. Me trata muy bien y, siempre que llegamos a un albergue y no hay sitio para alguno, el otro tampoco entra. Preferimos quedarnos fuera».

Antonio era «albañil, encargado de obra», hasta que se quedó en el paro y el paro se terminó. «Me quedaban tres años para terminar de pagar la hipoteca y lo perdí todo. La empresa fundió y, con ella, fundimos todos». Algún día, promete Paz, le contará todo esto a su hija Elena. «Cuando pueda, le diré la verdad. Cuando estemos mejor. Cuando podamos ahorrar y tenga mi casita. Esas son las tres cosas fundamentales: salud, trabajo y mi casita. No hay más. Dime dónde hay un trabajo, que allá iré, con un par de ovarios, como digo yo».

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