Semana decisiva en ArcelorMittal
Los trabajadores afrontan divididos y bajo la amenaza de cierres el referéndum sobre el nuevo convenio. La multinacional busca un ahorro anual de 100 millones en las instalaciones de Asturias, Lesaka y Etxebarri para que sean competitivas
Hace menos de un mes, la planta asturiana de ArcelorMittal se perfilaba como uno de los grandes centros productivos de Europa. Pero la situación ha dado un giro de 360 grados y los trabajadores afrontan esta semana divididos y bajo la amenaza de nuevos cierres el referéndum sobre el nuevo convenio colectivo que ajusta salarios y jornada bajo el pretexto de que la planta pueda ser competitiva en el mercado exterior y asegurar así su futuro.
La dirección de la multinacional sostiene que las perspectivas son peores de las que pronosticó a finales de 2012 y ha ordenado suspender las compras de materias primas a la espera de conocer si los trabajadores dan o no el visto bueno al convenio. Un órdago que CC OO interpreta como «la amenaza de siempre» y UGT como una advertencia en toda regla. «Hay ejemplos claros de lo que puede pasar. Lieja, Florange y Madrid no están tan lejos», afirman desde el sindicato. La votación también mantiene en vilo a los cerca de 4.000 trabajadores que la compañía tiene en el resto de sus plantas españolas, muy dependientes de la asturiana.
En 2009, la falta de pedidos obligó a la multinacional a parar uno de los dos hornos de Gijón, pero la firma a finales de diciembre de 2012 del V Acuerdo Marco devolvió el optimismo a sus directivos que no tardaron en empezar a desviar pedidos a las instalaciones asturianas como contrapartida a la rebaja salarial y a una mayor flexibilidad laboral que en pocas semanas contaba con poder empezar a aplicar a sus alrededor de 6.000 trabajadores, de los 9.900 con las que multinacional tiene en toda España. La compañía estimó que gracias al acuerdo y bajo el denominado plan de competitividad iba a conseguir 100 millones de ahorro entre las plantas de Asturias, Lesaka y Etxebarri. De ellos, alrededor de 20 millones se conseguirían por la parte social (salarios y jornada), pero el grueso, con mejoras en la gestión, cambios en la tarifa eléctrica y las tasas portuarias y el coste de las materias primas. Ahora el mineral que se consume en las instalaciones asturianas, como en las de Fos-Sur-Mer, en Marsella, procede de las minas que Lakshmi Mittal compró en Liberia, lo que permite un importante ahorro de costes a la multinacional.
Arcelor reconocía que 2013 seguiría siendo un año difícil, pero gracias al pacto alcanzado con los sindicatos, las instalaciones asturianas podían dejar de estar en pérdidas ya en el segundo trimestre del año. En enero reabrió el horno alto 'B', parado medio año tras su reparación y el grueso de las instalaciones incrementaron notablemente su carga de trabajo, fundamentalmente hojalata, carril y chapa gruesa.
La planta asturiana de ArcelorMittal recibió gracias al acuerdo entre 400.000 y 600.000 toneladas de pedidos de productos acabados destinados al mercado exterior, que garantizaron carga de trabajo para todo el semestre y han resultado vitales para normalizar las instalaciones que hoy trabajan a cerca de un 90% de su capacidad. El expediente de regulación de empleo, aunque se mantenía activo, dejó de aplicarse, y también las empresas auxiliares empezaron a reincorporar a las plantillas a sus puestos de trabajo. La coyuntura, no obstante, seguía siendo complicada y dos instalaciones permanecen cerradas y sin fecha de reapertura: la línea de pintura de Avilés y la línea de galvanizado 1.
Pero pese al preacuerdo alcanzado en Madrid y que suscribieron los representantes de las federaciones estatales de MCA-UGT, de CC OO y de USO, todavía quedaba lo más difícil: consensuar los términos del convenio colectivo de las instalaciones asturianas necesario para poder aplicar legalmente los cambios previstos en materia salarial y de flexibilidad laboral.
La multinacional contaba con que el nuevo convenio pudiera echar a andar a más tardar en el mes de febrero, pero en marzo la negociación seguía enquistada. Confiada en el acuerdo, la empresa decidió aplicar de manera unilateral las rebajas salariales previstas y los trabajadores recibieron en enero la primera nómina recortada lo que marcó y mucho el tono de las negociaciones. Las diferencias entre los sindicatos eran cada vez más grandes.
Mientras UGT y USO apostaban por el acuerdo, CC OO, que ya en Madrid había mostrado sus objeciones al texto al considerarlo «insuficiente y desequilibrado», a favor de los intereses de la empresa, insistía en la necesidad de someterlo a referéndum.
Fue entonces cuando la multinacional puso sobre la mesa su última oferta y decidió que no seguiría negociando más. Los sindicatos vieron que había llegado el momento de que los trabajadores hablaran y convocaron un referéndum que, por primera vez, se realizará sin que las centrales hayan dado previamente su apoyo al último texto planteado por la empresa. El malestar entre la plantilla y la división sindical ha incrementado en los últimos días y el propio Gobierno regional pidió esta semana a la plantilla que acuda a las urnas pensando en que lo que está en juego es el futuro de la siderurgia en Asturias. Nadie se atreve a pronosticar cuál será el resultado y mucho menos si éste servirá o no para alejar el fantasma del cierre de un horno que vuelve a planear sobre las instalaciones y volvería a poner en jaque a la economía regional.
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