De las raíces al corazón del hospital
El cardiólogo Gerardo Casares, a punto de jubilarse, formó parte del grupo de profesionales que echó a andar el Hospital San Agustín
Médico de libro al que le gusta analizar, diseccionar y atajar el problema de raíz, a Gerardo Casares no le gusta andar por las ramas. Ni en su discurso ni en la consulta, donde recurre con frecuencia al símil arbóreo para ilustrar a sus pacientes sobre el origen y las consecuencias de una afección. A punto de jubilarse como jefe de Cardiología del Hospital San Agustín, el especialista avilesino evita un relato autobiográfico de su larga trayectoria en el centro y prefiere auscultar el estado y la gestión de la Sanidad. No lo puede evitar. Es, ante todo, un profesional militante. Su bagaje y su carácter, aparentemente serio y distante, arropan con un extra de autoridad análisis sinceros y alejados de un discurso autocomplaciente o corporativista. Es de los que asume, y no por cuestión de color político, que a lo mejor ahora hay que trabajar más y cobrar menos. Aunque, eso sí, pide ejemplo a los que aplican las impopulares medidas.
Puede haber sido esta libertad para expresarse la que truncara la breve aventura docente de su vida pese a su innata vena pedagógica. Ha podido desarrollarla en consulta y en el ámbito familiar, con sus cuatro hijos y sus cinco nietos, pero no en esa facultad de Medicina de Oviedo de la que fue apartado con una excusa peregrina tras impartir un solo año de clase.
Solo una anécdota, tomada con mucho humor y deportividad por el protagonista, en la dilatada vida profesional de un Casares (Avilés, 1946) que, como sus hermanos, se desentendió del negocio familiar de conservas regentado por su padre en Marcos del Torniello.
Estudió el Bachillerato interno en Gijón y cursó la carrera en Valladolid, desde donde regresó a realizar el MIR al Hospital General de Asturias con la licenciatura en una mano y con su novia Paula, con la que habría de casarse durante su residencia, en otra. No acierta a explicar por qué eligió la Medicina como futuro campo profesional, lo que sí afirma con rotundidad es que nunca se ha arrepentido de ello. Cuando se decantó por la cardiología ya se vislumbraban los avances de una especialidad que por aquel entonces tenía mucho de medicina interna pero que se iría abriendo hacia el intervencionismo.
Cambios
Al igual que los medios y técnicas, han variado las patologías más frecuentes.
Solo dos ejemplos de una especialidad que evoluciona a la par que los problemas de la sociedad. Casares no duda en calificar de «monstruoso» el avance técnico en la materia, sin dejar de reprochar no tanto al paciente -que también- como a su «empresa», el poco tiempo que tienen para trabajar la prevención, un terreno «vital», en el que queda mucho por hacer.
Es de esto, de su trabajo, de la gestión, de lo que le gusta hablar a Casares. Lo hace con pasión, poniendo puntos sobre las íes. Y reivindica, siempre que puede, la necesaria implicación del médico en la gestión rechazando, además, el concepto funcionarial de su trabajo. Fuera del ámbito médico, su reserva solo se rompe con la política porque, aunque corta su experiencia en la materia, todavía «le pica el gusanillo».
Su aventura («de base», matiza) tuvo lugar en los ochenta. Militó en el Partido de Acción Democrática de Francisco Fernández Ordóñez hasta que fue aglutinado en el PSOE. Posteriormente, presidió el CDS en Avilés, un partido que pasó de cero a seis escaños en las elecciones municipales de 1987. Discrepancias con la dirección motivaron, no obstante, su cese definitivo en 1991.
En la política entró una vez que se asentaba su trabajo en el Hospital San Agustín. No fue fácil ponerlo en marcha. En septiembre de 1975, un grupo de profesionales del sector sanitario del que formó parte comenzó a trabajar en la organización del que sería el principal hospital de la comarca, inaugurado en enero de 1976.
Había tenido opción de trabajar en Oviedo o Gijón, en cuyos centros recaló brevemente tras concluir el MIR, pero el reto de poner en marcha el hospital de su ciudad natal era mucho más atractivo. Un proyecto no exento de dificultades, como casi todo lo que supone un cambio en las formas.
La ilusión que movía a este grupo de médicos, enfermeras y auxiliares se topó de bruces con el escepticismo de unos avilesinos reacios a la novedad y orgullosos del sistema que funcionaba hasta el momento.
El tiempo transcurrido minimiza el esfuerzo, pero Casares no duda en señalar esta etapa como la más satisfactoria de su trayectoria, en la que el esfuerzo de divulgación no solo en el ámbito popular sino también en el interno, reclamando medios y material, tejió lazos de compañerismo entre todos los involucrados en la tarea.
Ahora, con el mismo inconformismo que ha mostrado durante los últimos 67 años de su vida, Casares afronta la jubilación. Le estimula saber que va a tener aún más tiempo para dedicar a sus nietos y para perfeccionar el 'putt' en el campo de golf. Eso solo de momento... porque a Gerardo Casares siempre le ha podido la inquietud y el espíritu de superación.
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