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El teléfono móvil deja seco a Emilio

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Un sierense con párkinson denuncia que el uso de celulares en los centros sanitarios afecta a la batería de los electrodos que lleva en el cerebro

Foto: Carmen Rosillo y Emilio Jiménez, en LA NUEVA ESPAÑA, con un teléfono móvil desconectado. miki lópez

Lne.es » Oviedo, Pablo ÁLVAREZ

Emilio estaba tan tranquilo y, de repente, notó un picor en los labios, y que se le nublaba la vista; empezaron a temblarle la mano y la pierna derechas; comenzó a quedarse como petrificado; su rostro se fue enrojeciendo... Su esposa en seguida adivinó lo que le sucedía. Y se dirigió al hombre que estaba sentado junto a ellos en la sala de espera.

-¿Le importaría apagar el móvil?

-¿Por qué? Lo apagaré si me da la gana.

-Es que a mi marido le está molestando.

El hombre se levantó y se alejó visiblemente airado. Emilio respiró aliviado, pero al cabo de un rato el individuo del teléfono volvió. La mujer vio que su marido se encontraba mal de nuevo.

-Oiga, le he pedido que apague el móvil, por favor.

-¿Y por qué sabe que lo tengo encendido?

-Yo no lo sé, pero mi marido sí.

Finalmente, el testarudo hombre del móvil accedió a apagar el aparato.

La escena es real. Se produjo recientemente en las policlínicas del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). No es que Emilio Jiménez Calvo guarde una particular aversión a las nuevas tecnologías. De hecho, es un beneficiario muy directo de ellas. Hace casi once años le fueron implantados en el cerebro dos electrodos para paliar los tremendos temblores que le causaba el párkinson, una enfermedad que le fue diagnosticada hace 17 años, cuando tenía sólo 41.

Los electrodos han mejorado sustancialmente su calidad de vida, pero presentan un pequeño problema: sus baterías se ven perturbadas por la proximidad de teléfonos móviles, ordenadores, hornos microondas u otros aparatos de uso cotidiano. «En realidad, no les afectan todos los aparatos, sino los que son más viejos, pero esto no siempre se cumple», afirma Carmen Rosillo Santos, esposa de Emilio y su eficaz escudo protector en situaciones como la descrita.

En ocasiones las baterías de los electrodos llegan a agotarse a causa de estas perturbaciones, pese a que en teoría tienen una durabilidad de cinco años. Tal circunstancia se produce dos o tres veces al año, y entonces Emilio y Carmen -vecinos de Pola de Siero- se ven obligados a acudir al HUCA para que se las recarguen. En esos casos la situación de Emilio se vuelve bastante crítica. «Se queda bloqueado, no puede moverse», indica su mujer, quien ha querido dar a conocer el caso con el fin de transmitir un mensaje nítido: «Es necesario que todos, también las autoridades sanitarias, seamos mucho más sensibles con el uso de los teléfonos móviles, particularmente en los centros sanitarios, donde deberían estar prohibidos».

Esta misma semana, en el centro de salud de Pola de Siero, y en plena consulta con el médico, Emilio Jiménez comenzó a sentirse mal. Hasta el punto de que, terminada la conversación, no era capaz de levantarse de la silla. Los teléfonos móviles y los ordenadores que había en los alrededores estaban interfiriendo en las baterías de los electrodos. Su médico de cabecera respalda plenamente su reivindicación.

LA NUEVA ESPAÑA puede dar fe de que tales relatos no son fruto de la exageración ni de la fantasía. Durante la conversación mantenida con este periódico, en la sala entró el fotógrafo y, de inmediato, Emilio comentó:

-Aquí hay un móvil.

En efecto, lo había y estaba conectado. Y los labios, los ojos, la mano y la pierna de Emilio ya estaban sufriendo la interferencia.

En el Hospital Universitario Central de Asturias, el equipo del neurocirujano Fernando Seijo es un referente nacional -y en ocasiones mundial- en la implantación de electrodos para aliviar los síntomas del párkinson. El pasado mes de marzo fue presentada una técnica pionera realizada con un electrodo de última generación y una batería que puede recargarse en el propio domicilio y que dura entre 15 y 20 años. La función del electrodo consiste en emitir impulsos eléctricos que, de modo similar a un marcapasos en el corazón, modulan los circuitos cerebrales alterados y permiten recuperar las funciones perdidas.

Emilio Jiménez necesitó hasta tres intervenciones para que los dispositivos cerebrales quedaran correctamente implantados. «Fueron mano de santo», señala este poleso al que un párkinson precoz y galopante había llegado a reducir enormemente su calidad de vida. Acciones cotidianas como vestirse o llevar la cuchara a la boca se le habían hecho imposibles. Tuvo que jubilarse de su trabajo como encargado de obras de la empresa Dragados y Construcciones.

Con los electrodos la vida de Emilio ha ganado en normalidad, pero su salud aspira a conquistar nuevos espacios. Por eso su mujer solicitó recientemente en el departamento de atención al paciente del HUCA la instalación de carteles que adviertan de la prohibición de usar teléfonos móviles en los recintos sanitarios.

-Me dijeron que sería inútil, porque la gente no haría caso.

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