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Zapatero arrincona a los sindicatos

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Las reformas de agosto agravan la debilidad de las centrales ante un hipotético cambio de Gobierno el 20-N

El Comercio. 04.09.11 -JOSÉ LUIS GALENDE | MADRID.

«Líbrame Señor de mis amigos, que de mis enemigos me libro yo». La ingeniosa expresión define con nitidez la situación de los dos grandes sindicatos españoles tras las últimas reformas de Zapatero -la del mercado laboral y la de la Constitución-, realizadas en plenas vacaciones estivales.

En ambos casos, el Gobierno, al que le quedan menos de tres meses de mandato, ha echado por la borda sus últimos vestigios de credibilidad ante las centrales, si es que le quedaba alguno, tras concentrar en los dos últimos años algunas de las mayores 'agresiones' laborales desde la implantación de la democracia. Solo la prórroga de la paga de 400 euros a los parados sin ingresos, vinculada a proyectos formativos, ha permitido al presidente rubricar este verano el carácter social del que presume desde su llegada a la Moncloa. Fuentes conocedoras de la situación apuntan que esa ayuda se ha conservado por la defensa empecinada del ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, frente a quienes querían eliminarla.

El legado final de este segundo mandato de Zapatero, en el ámbito sindical, se traduce en unas centrales debilitadas, con baja credibilidad social, decepcionadas por la actuación de un Ejecutivo de izquierdas y desfondadas por su incapacidad para movilizar a la sociedad ante lo que consideran «agresiones sin precedentes a los derechos laborales y al Estado del bienestar». La existencia de casi cinco millones de parados es el telón de fondo de una sociedad en crisis, con una economía estancada y un mercado laboral que hace agua. Las centrales temen que esta situación pueda ser el argumento definitivo para que el nuevo Gobierno que salga de las urnas el 20-N dé la puntilla a un sistema laboral que hunde aún algunas de sus raíces en los años de la dictadura franquista.

La reforma de la Constitución para fijar los límites de endeudamiento de las administraciones públicas, la licencia de dos años para contratar temporalmente sin límites y la puesta en marcha de un contrato de formación que puede aplicarse de manera transitoria a mayores de 30 años son las últimas 'aportaciones' de Zapatero a sus relaciones con CC OO y UGT, pese a que estas organizaciones han hecho bandera del diálogo social como fórmula para capear el temporal.

Se trata de acometidas a las posiciones sindicales que en otro momento y circunstancias habrían desembocado en una huelga general, coinciden sindicalistas y expertos. Pero con elecciones a tres meses vista, no hay tiempo para organizar una protesta de ese tipo, ni fuerza y recursos para ello.

Más temporalidad

Acosado por los mercados financieros internacionales, las últimas medidas de Zapatero y su apresurada aplicación son consideradas «palos de ciego». Una de ellas, la barra libre para los contratos temporales hasta agosto de 2013, va a disparar la temporalidad en los próximos meses. La fórmula contrasta con la prioridad que se ha dado durante el proceso de diálogo social a su reducción, uno de los pocos objetivos compartidos por sindicatos, patronal y Gobierno.

Tras años de medidas legales para recortar la temporalidad, los sindicatos temen que vuelva a repuntar por encima del 35% que alcanzó en los años 90, cuando con otra crisis se liberalizaron los contratos a plazo. Entonces se usaron los mismos argumentos que ahora: Felipe González llegó a decir que era mejor un trabajo temporal que nada, idea repetida hace unos días por el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez.

Los esfuerzos de los últimos años han colocado la tasa de temporalidad en el 25%, aún lejos de los estándares europeos. Retornar a los niveles del 35% de 1995 dejaría las puertas abiertas a que un futuro Gobierno de derechas tenga manos libres para implantar el 'contrato único', con menos derechos y un despido más barato. «Tal y como quedan las cosas ahora -asegura un sindicalista- prácticamente no va a haber diferencia».

Y es que el Gobierno parece haber dado ya por perdida la batalla por la contratación indefinida.

Dieciséis meses de luna de hiel

 

Si alguna vez hubo luna de miel de Zapatero con los sindicatos, acabó cuando el Gobierno rebajó el salario de los empleados públicos un 5% en 2010 y lo congeló en 2011. La decisión, en mayo del pasado año, rompió el entendimiento de la legislatura anterior entre las partes y afectó a la credibilidad de las centrales, con las que el Ejecutivo había pactado meses antes las condiciones salariales de más de tres millones de trabajadores. Semanas después, el Ejecutivo impuso una reforma laboral que abarató el despido. La respuesta de los sindicatos fue una huelga general. El siguiente capítulo fue la reforma de las pensiones

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