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La tercera vida de Roberto

La tercera vida de Roberto
 
Cerca de 3.000 personas sufren una enfermedad mental grave en la comarca de Avilés. Salud Mental les ofrece una salida

13.05.12 - 03:36 -

A sus 47 años, Roberto Iglesias Álvarez puede presumir de haber vivido ya tres vidas. Hasta los 30 años, su existencia fue como la de muchos jóvenes de Llaranes. Trabajador, disfrutando de la vida como otros tantos, con una pareja y afición al dibujo desde que era un niño. Sus trabajos fueron reconocidos por el Grupo Arte Ensidesa. Recibió clases de Favila, cuando tenía el estudio en la plaza de Álvarez Acebal, sobre el desaparecido Delfín.
Nada del otro mundo hasta que, con los 30 años, inició su segunda vida. «Me rompí», comenta ahora. La tensión profesional y personal terminaron provocando un episodio psicótico. «Desaparecí durante tres días. Estuve en un coche, durmiendo entre cartones; más tarde fue el ingreso en el hospital», dice..
No fue una época de su vida que recuerda con agrado según reconoce delante del doctor Juan José Martínez Jambrina, psiquiatra encargado de su tratamiento. Habla de momentos de gran violencia. «Entre dos policías municipales no podían conmigo», recuerda ahora. La estancia en la planta de ingresos del Hospital San Agustín tampoco fue sencilla. Se largó durante un mes. Hubo días en los que debía dormir inmovilizado, se resistía a quitarse sus botas del 46, etcétera.
Su caso es uno de los cerca de 3.000 registrados en la comarca avilesina.

«Fue una situación muy dura para mi familia», resume al tiempo que también reconoce su sufrimiento. El caso de Roberto Iglesias no es único. «Bajo la enfermedad mental grave se encuentran varios tipos de patologías: la esquizofrenia, paranoia, trastornos maniaco depresivos y trastorno bipolar son las más frecuentes», explica el doctor Juan José Martínez Jambrina, responsable de los servicios públicos de Salud Mental. En ellos se hace un seguimiento la mayor parte de los 3.000 casos graves registrados, unos 2.000. El resto es tratado desde la red privada.
La esquizofrenia es la enfermedad más frecuente, con unos 1.200 casos en la comarca según las estimaciones de Salud Mental a partir de los datos epidemiológicos más fiables. «Es complicado tener las cifras exactas, porque siempre hay una parte de población que se encuentra en la red privada. Dentro de la red pública, se tratan 800 esquizofrénicos. Cada año se diagnostican unos diez casos nuevos, menos que en la media de España, por la pérdida de población», asevera Jambrina.
Roberto, con un diagnóstico de bipolaridad, encontró después de su ingreso una forma para recuperar su vida. En su caso concreto, el Equipo de Tratamiento Asertivo Comunitario (ETAC) fue un elemento clave. El ETAC apoya al enfermo mental en su entorno, ayudándole a reconstruir su vida.
«El ETAC es un programa muy específico. Lleva entre 125 y 130 casos. El criterio básico es asegurar la calidad de vida del enfermo, las personas que están en él tendrían una evolución clínica peor sin ese respaldo, en ocasiones con riesgo de desvincularse de Salud Mental».
El renacer de Roberto
Al recibir el alta en el Hospital San Agustín, Roberto Iglesias aceptó la posibilidad de incorporarse al ETAC, donde ya lleva doce años. En este tiempo, no ha sufrido ningún ingreso. «Cambió la medicación, el tratamiento, también mi actitud», comenta en las oficinas de Salud Mental en la plaza de Domingo López.
«He encontrado complicidad con el médico, siempre es agradable tener un lugar donde poder ir, hablar y que te escuchen», desvela. Sus necesidades económicas se resolvieron gracias a una pensión donde, gracias a sus años de actividad laboral, supera la medida de ingresos en este colectivo.
En este proceso, el dibujo ha sido uno de sus aliados. Según su relato, de forma voluntaria recuperó una vieja afición juvenil. «Me sirve para ocupar el tiempo, como terapia. Pinto solo, no me gusta estar con otra gente que me distraiga», comenta.
Su método se acerca a los creadores surrealistas, aportando una documentación para definir su estilo como «automatismos». «No tengo un horario fijo. Puedo pasar mucho tiempo sin hacer nada, trabajo por épocas. Me gustaría dedicarme a la pintura, pero en mi casa no hay sitio para que tenga un estudio. Así que pongo mis láminas en la cocina, donde hay un hueco y dibujo. Estoy orgulloso de ser original; no copio de ningún lado», asevera el creador.
Su trabajo, además, tendrá un reconocimiento especial el próximo mes de junio. Los ponentes en el noveno simposio nacional sobre ETAC de Avilés recibirán un dibujo como obsequio. En las dependencias de Domingo López, una carpeta custodia los originales entregados por RIA (su firma artística) al equipo avilesino de Tratamiento Asertivo Comunitario para su selección.
Son dos años de trabajos, con diferentes estilos y donde la imaginación domina cada trazado. «Soy autodidacta, no me sale ser realista. Si hago un retrato de Jambrina, no lo dibujaría a él, sino cómo lo veo yo», confiesa.
«Me hace ilusión», comenta Iglesias al hablar sobre su participación en el congreso nacional, «se agradece tener esta oportunidad para que mis dibujos los disfrute otra gente. Yo tengo mucha obra, pero toda la he regalado. Si conservase todo lo que he dibujado, tendría que salir de casa», comenta entre risas.
La sombra del estigma
Sin embargo, en la vida de Roberto Iglesias no faltan sombras. Muchas de ellas vienen de la mano del estigma que sufren los enfermos mentales. «La gente no quiere problemas ni penas. Cuando en los medios aparece un enfermo mental en un suceso, nunca se dice si tiene tratamiento o no. Yo estoy con tratamiento y soy inofensivo. Una persona con tratamiento no se porta de esa manera», asevera.
Pero no sólo se trata de los mensajes que aparecen en los medios de comunicación. «Cuando eso pasa, al día siguiente mucha gente te rechaza. Lo notas, tienes esa sensación: te miran, hay como un aura; se apartan», comenta.
Es el estigma que sufren los enfermos mentales y contra el que se trabaja desde Salud Mental. Pero cambiar mentalidades no es una tarea rápida. «Antes de la enfermedad, tenía muchos amigos. Mi coche era el taxi para todo el mundo y ahora nadie me para. Cuando estaba en el hospital, las líneas casi se colapsan llamando a casa para saber qué pasaba. Pero después, al salir nadie vino a verme. Amigos de estar doce horas trabajando juntos, no te saludan. Influyó que muchos se casaron y tienen su vida, pero llega un sábado por la tarde y no tengo con quien tomar un café. No tengo amigos, sólo conocidos. Yo soy el que me tengo que acercar».
Roberto Iglesias ejemplifica el recorrido de los enfermos mentales: la inesperada llegada de la patología, la recuperación y la rehabilitación hasta que topa con las barreras de la sociedad. «La prevención de la enfermedad mental es muy difícil. Se puede estar atento si existen familiares próximos con diagnósticos, pero es muy complicado», puntualiza Juan José Martínez Jambrina.
El psiquiatra destaca que los actuales abordajes de la enfermedad mental han permitido reducir los ingresos involuntarios, unos episodios que causan un gran dolor a las familias y a los enfermos. «Al año tenemos unos 25 en Avilés, pero la mayor parte son por consumos de tóxicos, desintoxicaciones. Si reducimos a casos de enfermedad mental grave, la cifra sería mucho más pequeña», explica.
Uno de los retos es la incorporación de este colectivo al mundo laboral. «Existen iniciativas y se crean vías nuevas. Es necesario realizar cambios legislativos para favorecer la incorporación laboral de estas personas. Las empresas han asumido la discapacidad física y reservan plazas, pero aún falta la enfermedad mental. Con los actuales tratamientos, los pacientes pueden incorporarse al mundo laboral», comenta Jambrina.
Desde 1999, en la comarca se ha logrado que entre 50 y 60 pacientes disfruten de un contrato de trabajo. Pero, hasta el momento, se trata de una excepción, no la regla. Cuando sea la norma personas como Roberto Iglesias puedan iniciar una cuarta vida.

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